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Nadie puede tumbar a Sánchez

Tras el 23J, el presidente mantiene intactas sus posibilidades de renovar el gabinete de coalición y asegura que "el bloque involucionista ha fracasado"

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análisis

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Lo habían dado por muerto, le habían colgado el cartel de fiambre político, lo habían enviado al vertedero de la historia. Anoche mismo, cuando ni siquiera había comenzado el recuento de votos, y en un alarde de arrogancia que el PP ha pagado caro, Cuca Gamarra se permitía ridiculizarlo como el primer presidente de la historia de la democracia en no ser capaz de revalidar su cargo. Nada ha podido con Pedro Sánchez, que a su largo listado de milagros, como haber sobrevivido a una pandemia, a una recesión, a un volcán, a una guerra con otra crisis energética superpuesta y a unas elecciones municipales desastrosas para el PSOE, añadirá otra muesca en su revólver: haber salvado los muebles de la izquierda cuando todo parecía irremediablemente perdido.

Si las generales se habían planteado como un plebiscito contra el “sanchismo”, tal como había repetido hasta la saciedad Feijóo, es evidente que la derecha no ha conseguido acabar con el tótem. El descalabro socialista, augurado en las últimas semanas por la prensa de la caverna y por las empresas demoscópicas conservadoras que crean estados de opinión, no se ha producido finalmente. El PSOE no solo mejora resultados respecto a las últimas elecciones generales (sube 2 escaños), sino que mantiene intactas sus posibilidades de revalidar el Gobierno de coalición, ya que las derechas quedan a 7 diputados de la mayoría absoluta.

Si con cuatro años de desastres encadenados el PP no ha conseguido llevar al matadero a su chivo expiatorio es que algo ha hecho mal el partido de Feijóo. Tras el debate cara a cara con el líder de la oposición, Sánchez parecía definitivamente derrotado. Pero lejos de arrojar la toalla, prometió remontada mientras sus enemigos, los externos y los internos de Ferraz (que ya le estaban buscando recambio), se mofaban de su optimismo ganador. Sin duda, en Moncloa estaban convencidos de que no todo el pescado estaba vendido, que había partido. Y más después de que Feijóo firmara una nefasta última semana de campaña, un compendio de todo lo que no debe hacer un candidato que pretende ganar unas elecciones. Mintió con las pensiones, trató de humillar a una periodista de TVE (mostrando su lado más soberbio), se ausentó cobardemente del debate a cuatro (para no tener que coincidir con su incómodo socio Abascal) y tuvo que responder ante la opinión pública de sus amistades con el narcotraficante Marcial Dorado. Sánchez sabía que todo ese fiasco le dejaba a él una última bala en la recámara. Y se dispuso a aprovecharla. Siguió dando entrevistas a medios de comunicación (incluso a plataformas alternativas por internet como La Pija y la Quinqui), mostró su lado más fresco y humano y supo darle la vuelta a la feroz campaña Perro Sanxe, lanzada por la extrema derecha para desacreditarle y darle la estocada definitiva en los últimos días antes de la decisiva cita del superdomingo. El meme del perrito vestido con traje y corbata bajo el lema “Más sabe el perro Sanxe por perro que por Sanxe” se propagó como la pólvora en redes sociales y terminó calando en mucha gente. Así es la política en tiempos de posmodernidad, donde una campaña ingeniosa y divertida mueve más que cualquier ambicioso programa electoral.

En una hábil maniobra, el presidente del Gobierno supo movilizar a la izquierda, al voto joven y al lobby animalista, ofendido por el desprecio de los ultras contra las mascotas. Denigrar a una persona con el insulto de “perro” fue un grave error, mucho más si cabe que la campaña ayusista del “Que te vote Txapote”. Como también le ha beneficiado al premier la descarnada operación de linchamiento que la extrema derecha ha lanzado contra él, y que ha terminado convirtiéndolo en un mártir. Tacharlo de capo del Falcon, de bilduetarra bolivariano, de traidor a España y de muñidor de pucherazos y conspiraciones ha sido un exceso de crueldad y ensañamiento que ha terminado por enervar a los votantes de la izquierda más indolente y pasota. Un bumerán que se ha revuelto contra PP y Vox.

A medida que pasaban los días se respiraba ambiente de remontada, mientras los pactos PP/Vox, entre infames y surrealistas (nos transportaban a tiempos franquistas) seguían dando aire al agonizante Sánchez. Colocar a toreros, maltratadores de mujeres y negacionistas de las vacunas en las consejerías de los diferentes gobiernos regionales no ha beneficiado al candidato popular, que ha ido pagando el desgaste de los bifachitos autonómicos. Así no extraña que Feijóo decidiese dar la espantada en el debate entre los cuatro candidatos organizado por TVE. Esa silla vacía, mientras Sánchez y Díaz vapuleaban a Abascal, hizo mucho daño al gallego.

Y llegó el 23J. La derecha daba por seguro que el jefe del Ejecutivo estaba amortizado. Y en un exceso de confianza no contaron con que el presidente es un preparacionista nato, alguien que sabe atrincherarse, en los peores momentos, en su búnker con su Manual de resistencia. El mismo hombre que consiguió salir vivo de la defenestración en aquel histórico Comité Federal del PSOE en el que lo cosieron a puñaladas traperas.

Los 122 escaños de ayer son un gran resultado. Prueba de ello es que el todavía inquilino de Moncloa fue recibido por la militancia eufórica, en Ferraz, al grito de “presidente, presidente” y “no pasarán”. “El bloque involucionista ha fracasado. Somos muchos más los que queremos que España avance y así seguirá siendo”. El tótem había resucitado una vez más. Ya lo llaman El Cid de la izquierda. Alguien capaz de ganar batallas después de muerto.

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