La potencia y precisión de los tiros -y me gusta llamarlos tiros- en el partido en primera ronda de Rafael Nadal contra Bergs es apabullante.
Desde el principio; aunque a partir de la mitad del primer de repente el Gran Maestro se va y duda de sí mismo.
Pero no va a permitírselo. El cuerpo va mejorando, aclimatándose a los nuevos desafíos. Y la cabeza …. Rafael Nadal tiene una cabeza que ni Einstein; un absoluto prodigio.
Me asombro y quedo sin palabras al verle golpear la bola con tan enorme fuerza y seguridad en sí mismo, con la certeza de que va a caer exactamente sobre el punto de la pista que él ha elegido.
Y en efecto: cae en el punto exacto que él ha elegido la bola y Rafael Nadal se reencuentra consigo mismo.
Su rival, Bergs, Zizou Bergs, se achanta, asusta y hace pequeñito.
Se le ve en la mirada: los ojos pierden tamaño y brillo. Aunque todavía, y durante un breve instante, el joven belga piensa que va a ser capaz de hacer realidad su sueño imposible: derrotar al mito.
Tira la raqueta contra la pista cabreado cuando comprende que no, que no tiene nada que hacer. Los superpoderes de Rafael Nadal ahí están. Los ha convocado y le han respondido.
Nadie va a ganarle , ni Bergs ni el mismísimo Djokovic. Ahí está, más allá de su cuerpo, más allá de sí mismo, Rafael Nadal, el mito. Porque eso es lo que es. Absolutamente.
No se trata del número de partidos o Grand Slam ganados.
Es otra historia. Es alguien capaz de hacer cosas que están más allá de lo posible para el resto del mundo. Superpoderes, como decimos ahora tantas veces y como yo me he permitido escribir en el título de este artículo.
Bravo, Mítico.
Tigre Tigre
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