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Sobre moros y cristianos

José Miguel Ruiz Valls
José Miguel Ruiz Valls
Licenciado en derecho por la UNED. Cambió el oficio de abogado por el de escritor tras más de 20 años de práctica forense. Autor de los libros de ensayo "Todo Tiene Una Razón" y "Todo Al Revés”.
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análisis

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Si digo que, en este artículo, voy a hablar sobre morenos, no creo que tenga ningún problema; pero si digo que voy a dedicárselo a los moros, la cosa puede que cambie, debido a que nuestra sociedad está dirigida por analfabetos funcionales, que desconocen que «moreno» deriva de «moro». Ellos ven en «moro» un término despectivo, desconociendo que nuestros antepasados llamaban «vino moro» al no bautizado, al no aguado. ¡Al mejor vino, vaya!

Los moros son personas como tú y yo, ni más ni menos, que igual que tú y yo aspiran a vivir con ciertas comodidades; personas que, como tú y como yo, se dejan influenciar por la tele, por la publicidad. Hay quién dice que «nos están invadiendo» y eso es porque teme que «la tradición cristiana» sea sustituida por «la tradición islámica» pero ¿Qué sabemos sobre esa cultura? ¿Puede que la temamos, simplemente, porque la desconocemos? ¿Miedo a lo desconocido? ¿Tenemos claro que fueron los cristianos (cruzados, templarios) los que inventaron la «guerra santa»?

Puede que la bajada de salarios que causa la inmigración, al aumentar la mano de obra disponible, sea mucho más temible que tener que cambiar, alguna vez, la paella por el cuscús; pero ese problema lo causan tanto moros como cristianos. Todos aquellos que emigran para trabajar aumentan, obviamente, la mano de obra disponible y propician una bajada de salarios en el país de acogida. Hoy puede ser inmigrante el moro y mañana podemos serlo tú o yo, y causaremos, inevitablemente, el mismo efecto que nos han causado ellos. ¿Nos vamos a odiar por eso?

Yo no veo a los moros tan distintos. Sus mujeres se tapan con velos, es cierto; como lo es que, en mi pueblo, fue obligatorio el velo en la iglesia, para las mujeres, hasta hace muy pocos años (Aún hoy es obligatorio cubrirse en ciertos lugares de culto cristiano). No es lo mismo pero es parecido. Sin duda, sería mejor que nadie estuviera obligado a vestir con cierta «etiqueta», con cierto «decoro», pero el caso es que nos obligan hasta los porteros de discoteca.

Hace veinte años tuve la oportunidad de ir de vacaciones a Egipto. Recuerdo que me sorprendió ver tantas chabolas con parabólica. Al comentárselo al guía nativo, me dijo que estaban causando un verdadero problema nacional pues muchos campesinos se quedaban enganchados a la tele, hasta altas horas de la noche, y de mañana, no querían (O no podían) levantarse para trabajar. Con el tiempo esos mismos campesinos engordaron las famosas «primaveras árabes». ¿Qué demandaban sino mejores condiciones de vida? ¿Qué vienen a buscar a Europa sino «la comodidad occidental»?

Para mi, los moros son personas, como tú y yo, engañados por la tele, por la publicidad. Hasta hace poco tenían costumbres un tanto fanáticas, desde nuestro punto de vista, pero las van perdiendo, como nosotros perdimos las nuestras y las sustituimos por «costumbres consumistas», igual que están haciendo ellos. (Siendo yo niño, recuerdo que, en mi pueblo, nadie trabajaba en domingo porque era «pecado», y es solo un ejemplo de los muchos que se podrían poner).

Hoy, los moros se emborrachan y se drogan, como los cristianos. Hoy, en todas las casas moras hay trifulcas, entre padres que pretenden conservar sus tradiciones e hijos que no tienen el menor interés en hacerlo. Hoy los moros firman préstamos y se empeñan, como los cristianos, para procurarse las mismas comodidades. Mañana serán cautivos del sistema bancario, esclavos del materialismo más despiadado, como nosotros. ¿Nos vamos a odiar por eso?

Puede que un partido con futuro fuera aquel capaz de aglutinar a moros y cristianos en contra de la tiranía de esos banqueros ingratos, que nos están ahogando, sin tener en cuenta que nosotros los rescatamos cuando eran ellos los que se hundían. Hay quién ve difícil esa unión pero no sé el porqué pues, al fin y al cabo, ¿no son esos mismos banqueros, los que nos están ejecutando a unos y a otros?

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