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Sumisión absoluta, la línea política del PSOE de Pedro Sánchez

Tradicionalmente el Partido Socialista ha tenido en su ADN el debate interno y la discrepancia como elementos que han fortalecido su línea de acción ideológica y política, hasta que ha llegado Pedro Sánchez, momento en que la legítima discrepancia es tomada como traición al líder supremo

José Antonio Gómez
José Antonio Gómez
Director de Diario16. Escritor y analista político. Autor de los ensayos políticos "Gobernar es repartir dolor", "Regeneración", "El líder que marchitó a la Rosa", "IRPH: Operación de Estado" y de las novelas "Josaphat" y "El futuro nos espera".
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análisis

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El PSOE ha sido siempre un partido con mucho debate interno, sobre todo ideológico, pero esas discrepancias siempre se han hecho desde el respeto hacia el que piensa de un modo diferente. Famosas fueron las polémicas entre Largo Caballero e Indalecio Prieto, lo mismo que las que hubo en los años 70 entre los exiliados y los que estaban en el «interior» o las que mantuvieron los felipistas y los guerristas.

En los más de cien años de historia del Partido Socialista ha habido más ejemplos, pero siempre existió respeto entre los que defendían una cosa o la contraria y en muy pocas ocasiones se cruzaron insultos o se exigió la sumisión absoluta al secretario general de turno. Se respetaban las diferencias de opinión y había libertad de expresión.

Lo que está ocurriendo en el PSOE de Pedro Sánchez sólo puede entenderse si se comprende que la imposición del culto a la personalidad, más propio del autoritarismo que de un partido que presume de democracia interna, ha creado una guardia pretoriana que confunde interesadamente la discrepancia con la traición al líder o al partido y que no respeta la libertad de expresión de quienes no están en la misma onda que la del secretario general.

Lo que está sucede en el PSOE de Pedro Sánchez sólo se asimila si se visualiza desde la certeza de que se ha impuesto un régimen autoritario de carácter personalista que no acepta la diversidad de opiniones y que en cuanto la detecta aplica purgas sistemáticas a militantes de base o a pequeños dirigentes, porque con Felipe González o Alfonso Guerra, por poner dos ejemplos, no se atreven.

Los regímenes autoritarios basados en la exaltación obsesiva del líder supremo suelen traer la división interesada o la purga de los discrepantes. En estos días se han visto las consecuencias más radicales con la sospechosa muerte en un gulag de Alexei Navalni, opositor a Vladimir Putin.

Desde que Pedro Sánchez es secretario general del PSOE, y sobre todo tras su vuelta en 2017 y la aprobación en el 39 Congreso Federal de una reforma de reglamentos y estatutos que blindaba su poder absoluto, se han producido expulsiones de militantes del partido sólo por el hecho de expresar en foros públicos sus discrepancias legítimas con lo dictado desde Ferraz o con las decisiones adoptadas por el gobierno.

En los primeros años de poder de Su Excelencia Pedro Sánchez, se produjeron vergonzosas intervenciones de federaciones y agrupaciones discrepantes o insumisas frente al caudillo de Pozuelo.

Evidentemente, el autoritarismo genera un estado de miedo en el que militantes y dirigentes temen las consecuencias de mostrarse públicamente en contra de las decisiones del líder supremo.

En los últimos días, tras una nueva debacle electoral, son muchos los que hablan de manera «extraoficial» o dan su opinión, pero con el latiguillo «no digas que yo te lo he contado». El descontento está creciendo de manera soterrada en federaciones y agrupaciones que tradicionalmente han cerrado filas con Pedro Sánchez o que han justificado decisiones del secretario general por una lealtad mal entendida.

Ahora se critica sotto voce la confección de las listas electorales, las imposiciones de candidatos en diferentes territorios sin tener en cuenta vicisitudes o peculiaridades concretas que en Ferraz desconocen. También, desde el PSOE, se critica que las propias listas electorales se hayan convertido en una especie de cementerio de perdedores o en un lugar en el que premiar a quienes siguen inasequibles al desaliento.

En el PSOE de Pedro Sánchez todo gira en torno a Su Excelencia y la estrategia política se basa única y exclusivamente en los intereses del líder supremo. Se ha eliminado la legítima discrepancia y, cuando se produce, se apela al cierre de filas y a una falsa unidad que sólo pretende la aquiescencia absoluta con lo que sea.

El penúltimo ejemplo, porque habrá muchos más, lo dio ayer la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, quien en su momento tuvo una epifanía como la de Saulo de Tarso camino de Damasco. De susanista irredenta pasó a sanchista radical o, desde un punto de vista pragmático, de consejera con Susana Díaz a ministra con Pedro Sánchez.

Ante las declaraciones del presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, tras los resultados de las elecciones gallegas, María Jesús Montero afirmó que «uno siempre tiene que saber cuándo juega su equipo y cuál es la camiseta que lleva», es decir, que no se puede tener una opinión discrepante o distinta a la impuesta desde Ferraz o desde la Moncloa.

Estas palabras son las que, una vez más, demuestran que en el PSOE de Pedro Sánchez se persigue a la discrepancia.

Además, esta situación ha generado una esfera de sometimiento absoluto de las voluntades porque todo se mueve en torno a la necesidad o el interés de Su Excelencia el Caudillo. El ejemplo más clarificador de ello es la ley de amnistía. En el PSOE siempre se defendió la inconstitucionalidad de dicha medida. La propia María Jesús Montero afirmó que «los indultos son constitucionales, el referéndum y la amnistía no lo son». El listado de ministros y exministros que defendieron esa postura de inconstitucionalidad de la amnistía es larga: Félix Bolaños, Salvador Illa, Miquel Iceta, Fernando Grande Marlaska o Pilar Llop son algunos nombres. Su propia Excelencia lo repitió durante años.

Sin embargo, llegó el resultado de las elecciones generales y Pedro Sánchez necesitaba que la ley de amnistía para Cataluña se convirtiera en constitucional. Todo el partido, salvo unos pocos irredentos que no han cambiado de opinión al respecto, siguió los designios inescrutables de la deidad pozoleña. Nueva epifanía.

El PSOE tiene un grave problema porque ha perdido el horizonte. No hay objetivos como partido que no vayan más allá de los intereses de Pedro Sánchez. El descontento va creciendo pero no hay nadie que se atreva a dar el paso que se debió dar tras las elecciones generales. Por otro lado, distintas fuentes socialistas confirman un hecho muy doloroso para quienes de verdad sienten tanto las siglas como los símbolos: no hay relevo porque Pedro Sánchez se ha encargado de que así sea.

Ahora mismo, 10 años después de su victoria en las primarias, el secretario general socialista está tranquilo porque no existe ningún tipo de alternativa real y fiable. Al PSOE sólo le queda como salida una rebelión interna que no se va a producir, por lo que es un partido que, a semejanza de lo que ocurre en Francia, va camino de la extinción si no hay cambios drásticos. La historia se repite.

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3 COMENTARIOS

  1. Todavia Pedro Sanchez no ha dicho ni amenazado como en su dia dijo y hizo Alfonso Guerra¿Recordamos aquello de:»quien se mueva no sale en la foto»?
    los partidos politicos,todos,son sectas aunque algunos mas y otros menos y el PSOE actual precisamente no es de los que mas.
    Esto lo sabe usted pero su inquina hacia Pedro Sanchez es manifiesta.

  2. Ant, no te olvides, Pedro Sánchez ha perdido todas las elecciones incluida las generales. Ni en Andalucia ni en Valencia ni en………..ect ect ect ect

  3. Sr. Gómez «Losantos»,
    está Ud desperdiciando su valía como articulista en prensa de otro tipo, a la que, creo, debería Ud de mudarse cuanto antes y no perder más tiempo aquí.

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