No fue un partido difícil. No fue un partido emocionante. La tercera ronda en Australia. El muro del Palmar contra un pequinés. Un tenista chino de dieciocho años invitado por la organización tras su buena actuación en el torneo de Hong Kong.
Alcaraz no tuvo con él ni para empezar. A final del partido utilizó la frase que se escribe el rotulador sobre las cámaras para desearle a su rival, por llamarle de algún modo, una rápida recuperación y asegurarle que ya jugarían otras veces.
Shang se retiró en el tercer set tras haber perdido los dos primeros por 6-1.
Se le notaba con hambre después del partido. A Alcaraz. Hasta habló de comida, de que se siente fuerte porque está comiendo comida española en Melbourne.
Y después del partido, cuando le preguntaban si estaba contento por haber superado el récord de Borg al convertirse en el tenista más joven en llegar a siete octavos de final consecutivos en la categoría Grand Slam, siguió dando muestras de su excesivo apetito y declaró que no le daba demasiada importancia a los records, pero que sí le gustaría batir uno. O mejor dicho todos. Todos los records del único tenista que ahora mismo está por delante de él en la clasificación ATP. Tiene tanta hambre Alcaraz que ya sueña con ser más grande que Djokovic.
Habrá que ver primero si consigue ganar los cuatro grandes. En primer lugar este Open Australia 2024. Y en caso de que eso sucediese, aún le quedaría la dura montaña del mítico Roland Garros.
Mucha hambre. Mucha mucha. Aunque quizás el hambre nunca sea demasiada.
Me ha hecho pensar en una frasecita que escribí cuando era yo quien tenía veinte alegres años:
SI NO CONSIGO COMERME EL MUNDO MORIRÉ EN EL INTENTO, Y SI LO CONSIGO: MORIRÉ DE INDIGESTIÓN.
Tigre Tigre
