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Declaro la guerra a las guerras

Cruz Galdón
Cruz Galdón
Escritora
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análisis

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Mi madre decía “Que Dios no te dé todo lo que eres capaz de soportar”. Yo creo más bien que la frase debería ser “que el daño que un hombre es capaz de inferir no cause más dolor de lo que el resto es capaz de sufrir”.

Cuando los ojos cerrados y ciegos por el bienestar de una familia que te quiere y cuida se abren al mundo exterior, se siente y se trabaja el dolor. ¿Por qué? Cuidamos de nuestra estirpe con todo el ahínco para que no se pongan enfermos, sufran desengaños y se juzguen con firmeza en su personalidad. Cultivamos sus emociones y les decimos mil veces que pueden lograr sus sueños, que todo es posible si lo hacen desde los algodones del amor y del convencimiento. Pero se nos olvida contarles que un buen día, cuando abran sus ojos al mundo, deberán declarar la guerra a la guerra, no dependerá únicamente de sus fortaleza y honestidad, pues el poder que poseen determinadas personas en el mundo puede desmoronar ese castillo que creíamos edificado sobre cimientos consolidados, pero artesanos, y ellos son el futuro más cercano.

Vemos con horror, temor y miedo lo que ocurre en las tierras lejanas que no lo son tanto, pues en la nuestra residen rusos y ucranianos que no entienden ese desatino llamado invasión.

Invasión de territorios dicen que es, sin embargo, es mucho más. Se trata de la invasión de la propia libertad del ser humano para desarrollarse y convivir bajo su armamento de paz, de cuidar a la familia en paz, de sustentar las necesidades más básicas en paz, de ser hombre en sociedad en paz.

Pero hay muchas más guerras. Estamos en guerra con la naturaleza que ha destrozado hogares y sueños en La Palma; estamos en guerra con nuestro propio organismo que se ve amenazado por enfermedades que no sabemos si fueron creadas por el hombre o por su inconsciencia; estamos en guerra con los políticos que no sabemos si trabajan por un servicio público o para engordar sus bolsillos; estamos en guerra entre hombres y mujeres por la defensa de derechos y patriarcados consolidados: estamos en guerra entre familias que, por ser nacionalistas o independentistas invaden sus pretensiones con excusas buscadas en el propio lenguaje; estamos en guerra entre alumnos que acosan al débil de formas crueles y etiquetadas en redes para que la humillación sea global; estamos en guerra entre las parejas que ven oportunidades de engaño en cada WhatsApp o plataforma; estamos en guerra entre compañeros por subir y subir sin mirar lo que se pisa; estamos en guerra…

Y de qué sirve todo ese estado de alerta que nos desconcierta y ahoga en vasos llenos de angustia, de qué sirve cuando nuestros jóvenes padecen el más alto grado de enfermedades mentales que les hacen divagar tristes, de qué nos sirven tantos adelantos si no somos capaces de vivir en paz. Pues, sinceramente, mis queridos lectores, no lo sé. No encuentro justificación a tanta belicosidad, a tanta rencilla innecesaria, a tanto dolor prolijo.

Estoy convencida de que nada es por casualidad, sino por causalidad, y es en toda esta madeja de guerras en las que estamos embebidos que, el hombre ha de mirar al hombre en su conversión y versión más nefasta. Más bajo no podemos caer, o quizás sí, pero no quiero ni imaginarme hacia dónde nos llevaría eso.

Algunas personas me tachan de positiva, intensa y demasiado existencial. Quizás lleven razón, pero si mis palabras te llegan a situar en una zona de la vida más pacífica y bondadosa, bienvenidas sean esas mis emociones vitales llenas de existencia.

Escribir de todas estas guerras no tiene como objetivo dramatizar o involucraros en una espiral de desesperación sino todo lo contrario, quiero que sean palabras para sacar el pecho de la honestidad, la sencillez y el bien amar, pues somos guerra y paz, las dos caras de esa moneda que el ser humano tira al cielo cada día que amanece.

Al menos en nuestro pequeño mundo, pongamos una sonrisa verdadera, unas buenas intenciones de apoyo y ayuda al otro, una inmensa generosidad, pues todo esto le vendrá bien a alguien.

Como decía Ernest Hemingway “Jamás piensen que una guerra, por necesaria y justificada que parezca, deja de ser un crimen”. Contra el otro y contra nosotros mismos, añadiría yo.

Sí, declaro la guerra a tantas guerras que no nos dejan vivir en paz.

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1 COMENTARIO

  1. Desacostumbradamente, recién, solo recién, accedo a leer en Cambio 16 la Carta de Cruz Galdón y al hacerlo, sensaciones arrebujadas comenzaron a rondarme coincidiendo en todo lo publicado que, por cierto, el único punto de unión a sus textos anteriores, es que pertenecen al abecedario por todos conocido. El tejido de la nota habla del profundo conocimiento y la ductilidad que su autora tiene para comunicarse con sus lectores haciendo que éstos, siempre, exalten sus reflexiones que son producto de la inteligencia que la distingue además claro, de su natural belleza. Mientras tanto, sin beber el café ya frío, quedo a la espera de sus nuevos textos que rozan la espiritualidad de los hombres porque son escritos con la pluma cálida del alma de una Mujer orgullosa de serlo. Un saludo fraterno a los amigos de Cambio 16 y un abrazo grande a Cruz Galdón.!!

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