Nadie daba un ardite por él. La semifinal de Indian Wells 2024. Tenía enfrente a quien el propio Carlos Alcaraz consideraba el mejor jugador del mundo del momento. Jannik Sinner.
Jannik Sinner que llevaba sin perder dieciséis partidos seguidos. Jannik Sinner que había derrotado al Muro del Palmar en sus últimos dos enfrentamientos.
Jannik Sinner que no tenía ninguna duda acerca de sí mismo. Y lo dejó clarísimo en el primer set del partido después del largo parón por la lluvia bíblica e inesperada sobre el desierto: Más de dos horas el mundo entero aguardando el duelo más deseable que puede encontrarse en el torneo ATP actual.
Y estaba claro que lo iba a ganar Sinner. Hasta los comentaristas españoles estaban muertos de miedo. Carretero locutaba con voz nerviosa e incidiendo constantemente en los aspectos técnicos del juego… Pero lo que importa es el alma.
Tanto Alcaraz como Sinner son sobradamente buenos. El alma es lo que los hace más grandes o más pequeños. Más frágiles o más invulnerables.
Comienza a crecer y creer, a creer en sí mismo, Carlos Alcaraz en el segundo set. Le rompe el saque al gran maestro italiano. Una sola vez. Pero una sola vez es suficiente.
Igualados a un set.
Todo empieza de nuevo. Pero no. Nada empieza de nuevo. A Alcaraz no le gana nadie cuando está en estado de gracia, Alcaraz tiene a su favor la luz de Dios y la destreza del diablo.
Le rompe el servicio a Jannik Sinner nada más comenzar el set. Y se lo vuelve a romper en su segundo turno de saque.
A punto está de replicar el 6-1 conseguido por el italiano en el primer set.
Con sus últimas fuerzas Sinner consigue mantener su servicio pero en el siguiente, y con el servicio a su favor, Alcaraz se coloca con tres bolas de partido.
Tres bolas de partido.
No realiza la primera ni la segunda, pero la tercera ¡es un prodigio!
Dan ganas de dejarse caer de rodillas sobre el suelo mientras se le aplaude. Como juega Carlitos Carlos Charlie Alcaraz. ¡Dios mío!
Tigre Tigre
