martes, 30abril, 2024
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Gunther

Francisco Silvera
Francisco Silverahttp://www.quenosenada.blogspot.com.es
Escritor y profesor, licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y Doctor por la Universidad de Valladolid. He sido gestor cultural, lógicamente frustrado, y soy profesor funcionario de Enseñanza Secundaria, de Filosofía, hasta donde lo permitan los gobiernos actuales.
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análisis

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Para J. C. Friebe

La primera tarde que pasó Gunther en aquel pueblo español comió pan con chocolate y miró por la ventana jugar a la chiquillería. Su mente oía la grita de los niños y no cazaba idea alguna, sólo los veía correr, saltar, esconderse tras el pilón de la plaza en el que, a veces, salpicaba el agua de un manotazo o una pedrada fallida; agarraban sus palos como fusiles, disparaban imaginativamente pero también volaban naranjas de olor y color vivos, venenosos.

La primera semana la pasó en la casa entre melancolías y esperando el temido momento de ir a la escuela sin saber una palabra de ese idioma extraño que, a pesar de la fama del alemán, parecía ser aún más insultante. Oteaba a los niños jugando y ansiaba que alguno le devolviera la mirada amistoso, como invitándole a corretear por la plazoleta. Después llegaba la noche, desaparecía el ruido y poco quedaba más que acariciar los caracteres góticos de su viejo libro de cantos.

El lunes siguiente le anunciaron que estaba todo arreglado para el colegio y Gunther sintió aquella mañana como la última de su libertad en jaula de oro. Cogió un trozo de escoba rota y salió a la calle. Se acercó a la puerta de la iglesia que, por algún motivo, le pareció más musulmana que cristiana, no le gustó la frialdad de piedra simple ni el vacío sin feligreses, olía a muerte. Entonces sonó el ángelus y una montaña de campanas cayo sobre él, no sabía si reír o llorar. Al cesar, la mezcla del bronce resonante y el eco del agua le pareció hermosa y, por vez primera, se sintió a gusto. Desfiló con el palo apoyado en el hombro hasta la fuente, marcial y disciplinado, y miró con retintín tedesco la suciedad y las algas del fondo, babeada por mulos y llena de objetos arrojados más o menos por el azar. Imitando el gesto de los niños españoles, simuló el pilón ser trinchera y él apostó su fusil para defender la plaza.

Quiso ser un héroe, alguien reconocido, quiso el sacrificio del soldado que vivía por su tierra y moría por sus congéneres y todo lo da como expresión de generosidad total; la guerra era el medio para la entrega, el altruismo puro y la obediencia, se sentía completo, útil, reconfortado con sus penas y su pérdida. Jugó y vio venir a los malditos aliados, ingleses y americanos, enemigos del Führer y del pueblo alemán, y comenzó a disparar con su boca para evitar el fin de la libertad, de la paz, el final de la gloria del orden que habrían de traer estos perversos invasores.

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