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Jornadas gastronómicas del sapo

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análisis

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“Tragarse el sapo” es una expresión muy popular en España y también en otros países sudamericanos. Se trata de una metáfora bastante explícita, ya que tener que aceptar ciertas cosas es comparable con comerse uno de estos tan poco apetecibles animales. Aunque, al parecer su origen es más teológico que literal, y es que en la antigüedad el sapo, y también la culebra, era considerado la representación animal del demonio. Y por tanto, tragarse un sapo, significaba que Lucifer, nada menos, se introducía en nuestro propio cuerpo. Una cosa muy seria.

Nosotros no creemos en Lucifer y si creyéramos, no le imaginamos perdiendo su precioso tiempo en estas cosas menores, teniendo tantas otras cosas muchísimo más importantes que atender en un mundo desquiciado como éste. No creemos que tan importante personaje dedique mucho tiempo a un país subalterno como el nuestro aunque sea, de los países de nuestro entorno, uno de los que más sapos per cápita traga.

Entrantes al centro: Isabel Díaz Ayuso.

El gremio de la hostelería de Madrid encumbró a Isabel Díaz Ayuso a la categoría de santa patrona por su decisión de abrir los bares y las terrazas en medio de una pandemia nunca antes vista, que en aquellos terribles días mataba a centenares de personas solo en Madrid. La patronal hostelera y sus trabajadores, aunque muchos de éstos no estaban tan entusiasmados como sus jefes, celebraron mucho la polémica medida de la presidenta madrileña que “vendió” de forma absolutamente irresponsable y demencial la ocurrencia, un caso único en Europa, como “libertad” para los madrileños y madrileñas que, inexplicablemente, la “compraron” como tal. Pero la Ayuso no se quedó ahí, como una mera libertadora de los madrileños y madrileñas entonces prisioneros del malvado y liberticida gobierno socialcomunista de Sánchez, sino que tuvo otra ocurrencia, tan terrible o más que la de abrir los bares en plena pandemia, y fue la de elaborar un protocolo que impedía a los ancianos enfermos de las residencias madrileñas recibir la debida asistencia hospitalaria. Esta prohibición de desplazar a los ancianos enfermos a los hospitales hizo que Madrid estuviera a la cabeza en el número de ancianos muertos en las residencias, unos 7200, un 53 %, mientras que en otras Comunidades Autónomas, como por ejemplo Cataluña, fue de un 12%. Madrid fue la región que menos datos ofreció sobre la pandemia. Y también se coronó como la región con los peores datos de toda la UE.

Pero a pesar de todo esto, que no es poco, la Ayuso no ha dejado de pedalear, ella nunca deja de hacerlo, entre otras cosas porque Miguel Ángel Rodríguez, el hombre que le susurra por el pinganillo y la envalentona, su, podíamos decir, Doctor Frankenstein, no quiere que lo haga, no quiere que deje de pedalear porque teme que, al igual que las bicicletas, se caiga inmediatamente al suelo si deja de hacerlo. Su penúltima “pedalada” en su ya largo camino del disparate, del desatino, el sinsentido y el absurdo, ha sido  la de financiar una campaña para fomentar las propinas a los camareros, mientras se opone a la subida del salario mínimo. En el anuncio institucional de la campaña aparecen unas monedas,  poco más de un euro en total, y el sonido de la calderilla se funde con el sonido del piano del hijo de Elena, camarera de profesión, que aplaude emocionada cuando lo ve tocar. Según el anuncio, Elena, gracias a las propinas se ha podido permitir unas clases de piano para su hijo. “Son las clases de piano del hijo de Elena; es el regalo de cumpleaños con el que un año más Roberto ha vuelto a sorprender a Concha; son los estudios de Sofía para perfeccionar su inglés”. Así empieza el bochornoso, el vergonzoso, el asqueroso anuncio que más tarde, con una música triunfal de fondo sostiene que: “las propinas hacen posible esos pequeños sueños de quien nos atienden cada día”; y sigue el repulsivo mensaje: “Para nosotros es un pequeño gesto, pero para ellos es el pequeño gesto que les permite llegar a esas ilusiones tan necesarias”. Este repugnante anuncio que fomenta la limosna por encima del salario digno es de la Consejería de Economía y Hacienda del gobierno de Ayuso. La misma Ayuso que, como decimos, se ha declarado en contra, la última vez hace unos pocos meses, de la subida del salario mínimo interprofesional.

A la presidenta Ayuso y a su Consejería de Economía y Hacienda, acordándonos del gran José Antonio Labordeta, les decimos: “!Váyanse a la mierda¡” 

Primer plato: Caja B del PP.

La existencia de una caja b del PP, o contabilidad extracontable del PP, es una verdad judicial incontestable. Mariano Rajoy, el auténtico, no ese M punto Rajoy, que a saber quién será, si es que realmente existe, porque con ese nombre puede ser cualquiera, dijo con su gracejo gallego, que todo eso “era cosa de Bárcenas”. Pero, primero la Audiencia Nacional y después el Tribunal Supremo dictaron sentencia: “el tribunal  ha contado con prueba de cargo válida y suficiente para probar la existencia de una caja b en el Partido Popular”. Y más recientemente, la Sección Segunda de la Audiencia Nacional la volvió a considerar acreditada la caja b y también que el dinero era del PP, y Bárcenas era un mero custodio de esa caja b.

Ahora, el juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz, ha acordado el archivo provisional de la pieza conocida como “Comisiones finalistas del Caso Gürtel” en la que se investigaban las supuestas donaciones de empresarios al PP a cambio de la adjudicación de obra pública. El juez, tras cinco años de investigaciones, entiende que no ha quedado debidamente justificada la perpetración de estos delitos que dieron motivo a la formación de esta causa. Que no haya quedado debidamente justificada la perpetración de esos delitos, no significa que no se hayan cometido. Muchos nos tememos que esta pieza haya sido un nuevo sapo que nos hemos metido entre pecho y espalda.

Segundo plato y principal:

El sapo de la Gúrtel era muy gordo, descomunal, pero éste del Tribunal Constitucional es el sapo más gordo que nos hemos tragado hasta la fecha, que no es poco decir en un país como éste donde el sapo ya ha adelantado a la tortilla de patata y a la paella como símbolo de nuestra “gastronomía”. Este sapo del Tribunal Constitucional es el “Campanu” de todos los sapos. La periodista Ángels Barceló lo ha descrito muy bien: “El Tribunal Constitucional ha consumado su ataque a la democracia” (…) “la alianza entre la derecha política y la derecha judicial ya no tiene pudor en exhibirse” (…) “ Los jueces conservadores paralizando el mecanismo que permita el desbloqueo del Alto tribunal, es no solo un hecho sin precedentes, sino también un hecho de una gravedad extrema”. Una de las cosas más llamativas sucedió a la hora de la recusación de dos magistrados del bloque conservador, con el mandato caducado y, por tanto, directamente afectados por la reforma de la que dependía su continuidad. Los dos magistrados no se inhibieron de la votación y votaron, con un par, en contra de su propia recusación. Ni siquiera consideraron la posibilidad de abstenerse. Y después, ya entrada la noche, llegó la irrupción del Constitucional en la actividad parlamentaria donde el Senado tenía previsto debatir y aprobar el jueves la reforma, validada ya en el Congreso. Dice la Barceló que “los jueces conservadores del Tribunal Constitucional se han colocado ya, definitivamente, fuera de la ley. Y lo hacen en connivencia con el Partido Popular que no solo lleva cuatro años bloqueando las renovaciones del Poder Judicial, sino que pretende seguir manejando los hilos de justicia, aunque su correlación de fuerzas no se corresponda a la realidad Parlamentaria”. Y dice también del PP que: “perdieron el gobierno tras la moción de censura de Mariano Rajoy, pero pretenden seguir controlando la justicia a la espera de que unas nuevas elecciones les devuelvan el poder. Lo hacen ahora y lo han hecho siempre. No conciben no gobernar”.  “Son las mayorías parlamentarias las que representan la voluntad de la ciudadanía, y es en torno a esas mayorías sobre las que se organizan y configuran los diferentes poderes del Estado. El PP lleva cuatro años rompiendo esa regla, pero nunca había llegado tan lejos, ni el partido ni los magistrados que le profesan profunda fidelidad”.

“No es admisible que desde el Tribunal Constitucional se condicione la soberanía nacional” termina diciendo la periodista de la cadena SER. Unas palabras que también ha repetido casi palabra por palabra María Luisa Balaguer, magistrada del Tribunal Constitucional. José Antonio Martín Pallín, magistrado emérito del Tribunal Supremo ha dicho que el Tribunal Constitucional ha prevaricado. Y Javier Pérez Royo, catedrático de Derecho Constitucional ha declarado que esta maniobra del Tribunal Constitucional es más grave que el golpe de Estado de Tejero. 

Pero al PP y a su brazo judicial, el Tribunal Constitucional, le importa poco la soberanía nacional, la democracia, la posible prevaricación del Alto Tribunal y todo eso, lo único que les importa es retomar el poder a toda costa, volver a ostentar el mando de lo que considera su cortijo particular. Un cortijo del que se creen únicos dueños y propietarios, y que cuando no lo gobiernan, acusan con la mayor desfachatez a quienes lo hacen de “gobierno ilegítimo”, de “okupas” y de cualquier cosa, cualquier descalificación, insulto o menosprecio, lo primero que se les viene a la cabeza, porque ellos sí pueden hacerlo. Ellos pueden hacer lo que les plazca porque para eso son los verdaderos españoles, los del himno escuchado en posición de firmes con la mano en el corazón y la bandera ondeando orgullosa al viento. Los demás no somos dignos de tan alta función, no estamos preparados, nos falta valía, aptitud, cualificación, amor a España, para regir los destinos de la sagrada patria. Somos “malos españoles” como decía Franco del director de cine Luis García Berlanga. Todo esto me recuerda a un chiste de Forges donde uno de estos personajes que se creen dueños absolutos del país, uno de esos de gafas negras a lo Pinochet, está pisando la cabeza a un aterrorizado ciudadano de a pie mientras le dice: “Si yo le hago esto a usted, es libertad, si usted me lo hace a mí, es libertinaje, ¿lo va entendiendo, joven?” Pues eso.

Postre y café: 

Pero no sentimos los sapos que nos hemos tragado o, mejor dicho, nos han hecho tragar, sino los que todavía nos quedan, que no serán pocos ni livianos, porque este estado de cosas, esta democracia sigue siendo precaria, limitada, frágil. Y mucho nos tememos que lo seguirá siendo por mucho tiempo. O dicho de otro modo: esta democracia dejará de estar tutelada, vigilada y controlada por el poder que dejó todo “atado y bien atado”, cuando los sapos echen pelo, y no cualquier pelo, sino una cabellera como la de Ursula Andress en la película Casino Royale.

Cuando Pablo Iglesias, “un político muy capaz y muy inteligente”, según Luis María Ansón, dijo aquello de que “No hay una situación de plena normalidad política y democrática en España”. Muchos políticos, tertulianos, periodistas y demás, pusieron el grito en el cielo y salieron en masa a defender que sí que existía esa plena normalidad política y democrática en España. Con esta intolerable maniobra del Tribunal Constitucional ha quedado demostrado que Iglesias tenía razón cuando dijo lo que dijo. A aquellas palabras de Iglesias que ahora han resultado ciertas, Felipe González con su natural prepotencia, su habitual soberbia, su tono despreciativo y arrogante, hinchado como un sapo, y menudo sapo, respondió: “Cuando se mete la pata, es oportuno sacarla pronto, y yo no quiero que la saque”.

Ahora debería disculparse por sus palabras y reconocer que la pata la metió él. Pero eso nunca lo hará porque, como todos sabemos, hace ya mucho tiempo que no malgasta su precioso tiempo hablando con nadie que no sea al menos multimillonario. De ahí para arriba. Con Felipe, muchos empezaron a probar el sabor del sapo. Unos sapos que, a fuerza de tragarlos con cierta regularidad, ya forman parte de nuestra dieta como la paella o la tortilla de patata.

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2 COMENTARIOS

  1. ¿»Gracejo gallego»? Hay algo de prejuicio en esa frase. Siempre se le atribuye al Sr. Rajoy características gallegas en su forma de ser, normalmente para criticarlo, claro, pero de gracejo gallego nada, es lo más lejano que se puede encontrar. El gallego puede tener «retranca», ironía, sorna… pero nunca maldad, que es lo que destila siempre el personaje.

  2. Puff, qué cosa más aburrida.

    Los madrileños vienen a ser idiotas, creo que es el resumen.

    En fin, aún siendo tontos están mejor educados que 15de las 17 comunidades autónomas que hay en España.

    Así pues: ¿quién es más idiota?

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