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La mirada mutante de Laureano Debat

En las crónicas de Barcelona inconclusa (Editorial Candaya), el escritor y periodista argentino plasma la relación que estableció con una ciudad abierta

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análisis

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Laureano Debat, inconcluso; como la relación intimista y vagabunda que inició con Barcelona desde que la conoció, dando tumbos entre sus calles. Ese mismo acto de caminar, solitario, por sus recovecos, es replicado en un viaje que continúa por varios países de Latinoamérica, haciendo honor a su espíritu de nómada. “¿En qué parte del mundo se encontrará?”, me pregunto mientras transcribo estas líneas que nacen del empeño por conversar con él poco antes de que se marchara y que ahora se presentan oportunas porque está a punto de regresar a esa ciudad que, ni siquiera en los más intensos recorridos por sus suelos, se dibujó jamás como una certeza.

Dondequiera que esté, ¿extrañará ese olor particular, “fatal”, de gente transpirando, característico del verano? ¿o percibirá desde la distancia el aroma de la castaña y la carne asada típico del invierno? Un aspecto que descubrió durante sus largas caminatas, de las que lamenta no haber paseado alguna vez por los barrios con los ojos tapados, para captar sus diferentes olores y plasmarlos en una crónica. Sin embargo, otros temas se hacen eco en Barcelona inconclusa (Editorial Candaya), libro que es el resultado de un blog que lleva ese mismo nombre y que él alimentó a lo largo de cinco años.

En este encuentro, precedido por unos slices de pizza que comemos en un local argentino, brindando con café y cerveza, Laureano Debat admite que es un “mirón”. Es que cuando una persona, esquina o suceso llama su atención, inevitablemente se detiene a mirar. Barcelona, en cambio, es una ciudad donde nadie se mira. Establecer contacto con visual con las personas, en las aceras, el autobús o el metro, resulta extraño. El escritor y periodista que sí mira (y mucho), paseando por Barcelona, ciudad donde nadie se mira: ¿cómo alimenta esa mirada? En medio de este trabalenguas, responde: “Como nadie está mirando, me dan más ganas de mirar y entonces es mucho más fácil. Pero me pasa que los lugares que veía con incredulidad, con sorpresa, hace tiempo que no los miro”.

 

Multiplicidad de ciudades

“Crónicas de una ciudad abierta” es la frase, a modo de slogan, a modo de speech, que sigue al título de Barcelona inconclusa, haciendo referencia a que ésta es una ciudad donde conviven pequeñas ciudades: en ello, precisamente, consiste su apertura; en la multiplicidad, en lo heterogéneo, en que cruzando de un barrio a otro, parece que estás en cualquier lugar del mundo. “Es una ciudad abierta porque hay un montón de Barcelonas”.

Cuenta que dependiendo de qué barrio visites cambia totalmente la fisonomía. El Raval, por ejemplo, zona que alberga gente de todas partes del mundo, es un barrio de paso con una multiplicidad de códigos. En otros, como Ciudad Meridiana, casi no hay turistas, los vecinos se conocen, y aquellos que han tenido problemas con los desahucios, se han ayudado mucho entre sí. Mientras que en urbanizaciones donde vive la clase alta, en edificios grandes con piscina, no se distinguen los rostros unos a otros.

La ciudad, como su mirada, tampoco es fija. La ciudad, como todas, va cambiando, va haciéndose con el tiempo. “Cualquier ciudad es inconclusa. Después, es inconclusa la manera en que la vives”. Esa experiencia es la que traza en sus crónicas, que nacen de la observación, de las entrevistas, de buscar cómo se veía Barcelona desde cada lugar, situación, medio. Cuántas Barcelonas existen, no lo sabe, nadie lo sabe. En la mente del autor, añade, están simplificadas, antes convivían muchas más.

“Cuando uno se va asentando en la ciudad, la Barcelona que haces es la de todos los días. Decir con cuál me quedo es complicado porque he vivido en casi todos los barrios, me he cambiado mucho de piso; aunque el lugar donde siempre vuelvo y que echo menos, lo siento como mi casa, es el Raval, sobre todo la calle de Riera Baixa. Es donde más tiempo he vivido (casi cuatro años), donde pude llegar a juntar un dinero para vivir solo y donde se concentran todos los procesos personales que he vivido acá, porque he tenido mucho trabajo, he estado en paro, he estado pasándola mal económicamente, he estado viviendo la vida loca con fiestas y amantes, he estado de novio y viviendo con una chica en ese lugar. Todo pasó todo por ahí. A nivel de barrio me gusta porque creo que de todos condensa las contradicciones de Barcelona”.

Es que esta ciudad, que es inconclusa, es contradictoria. La mayoría de sus contrastes, dice, se hallan allí. Donde se juntan lo fashion y lo vintage, la cultura de souvenir y la hipster, así como las luchas reivindicativas de barrio y de asociacionismo con la inmigración de pakistaníes, rumanos, marroquíes y los paseos de los guiris. A todo ello se suma la parte más sórdida: la pobreza, la prostitución de calle, la droga, los narcopisos, la heroína, los sintecho. En ese sentido, a pesar de que la ciudad está organizada desde la administración pública, él justamente intenta reflejar que un ordenamiento burocrático nunca se condice con la realidad de un lugar que es móvil constantemente .

 

Ciudades y ficciones inconclusas

Barcelona inconclusa como título de estas crónicas también tiene su origen en las ficciones inconclusas, en la creencia de que todos los libros, en esencia, lo son. “La buena literatura”, señala, siempre deja espacio para que el lector imagine. En el caso de las novelas póstumas el lector es quien completa, sí o sí, esa parte que les falta. “Me gustó esa misma idea pensando en una ciudad. Mi intención es que el lector piense que a este libro le faltan cosas, que son las que él va a añadir, sea leyéndolas o viviéndolas”.

Las crónicas están despojadas de la pretensión de convertirse en una verdad absoluta, una guía definitiva, un atlas o un manual. “Es mi experiencia de Barcelona y cada habitante tiene la suya. La idea es que el lector dialogue con una ciudad que quizás no conocía y discuta con mi punto de vista, porque incluso es un libro para pelearse. Tardé unos dos años en armar esta propuesta narrativa y no resultó del todo sencillo porque es fácil escribir sobre lo que no conoces. Yo quise estar un tiempo adaptado a la ciudad, nunca en el afán de ser un barcelonés, sino de hacerme las preguntas más genuinas. Porque claro, al principio llegué y todo me sorprendía, pero esa no era una mirada totalmente honesta. Después de nueve años, si bien mi mirada es extranjera, es la de alguien que vive aquí”.

En el prólogo que él mismo escribió, Laureano Debat habla de la actitud de “cazador” que espera paciente en el bosque por la presa. Es el concepto que Martín Caparrós plantea como una manera de mirar, que en realidad significa estar permanentemente atento a cuándo puede aparecer una historia. “Cazar las historias de una ciudad es vivir la ciudad. A veces te llega o a veces la descubres, pero siempre viviéndola de manera activa…”.

 

Es un no poder estar quieto, para vivirla tienes que moverte.

Claro, porque la ciudad se mueve. Necesitas estar quieto porque de algún modo escribir es un gesto de quietud, es una manera de detener el tiempo. Estas palabras están acá y no se van a mover. El hecho de escribir sobre la ciudad y la manera de estas crónicas es dejar entrever que esto puede cambiar, pero tratando de que permanezcan en el tiempo. Creo que la mayoría, de aquí a algunos años, podrán leerse bien, no van a perder actualidad.

 

Todas las ciudades son inconclusas, los seres son inconclusos. Entonces, tú, Laureano, también lo eres.

Sí, hay una dialéctica entre individuo y ciudad. En eso se basa la experiencia de vivirla: es un diálogo entre la ciudad y uno, más cuando eres inmigrante. Cito a Luis Martín Santos, en Tiempo de silencio, quien dice que cuando uno llega a una ciudad piensa que la ciudad lo está esperando. Es esa cosa que tiene el inmigrante, que es inevitable sentirlo, pero realmente no te está esperando. Esta ciudad pasa de ti y tú eres una microcélula en un mundo de millones de habitantes.

 

Y tú, ¿llegaste a Barcelona con la certeza de que la ciudad te esperaba?

No, yo llegué sin ninguna certeza. Me interesaba esta ciudad por escritores como Vila-Matas o Vázquez Montalbán. Después, todo lo que significaba como industria editorial, el boom literario, la movida cultural. Yo tenía la imagen de la Barcelona más turística y más “catalanófila”, la versión más optimista, más independista. Al llegar me di cuenta de que no era tan así porque ningún discurso optimista es verdadero, es una especie de ficción, y la contrapuse con la parte más sórdida de Barcelona: de la precarización laboral, de la violencia policial, del momento en el que me di cuenta de que no era una ciudad plena de oportunidades, sino que costaba mucho hacerse un lugar.

 

En medio de ese descubrimiento, ¿te seguías asombrando?

Reconozco que antes tenía la capacidad de asombro mucho más desarrollada que ahora. Desde que empecé a escribir, ese asombro inicial se fue alimentando. Y esta ciudad me sigue impactando, pero creo que me he barcelonizado bastante.

 

Ahora, esa relación con Barcelona, cómo la definirías…

Es como mi relación con las mujeres. Sería muy polimorfa, muy extraña, muy incomprensible. Porque la odio, la quiero, la echo de menos, la detesto, me quiero ir, quiero volver. Es una relación a veces pasional, a veces fría, a veces distante. Es como una amante fatal, que no sé cómo definirla con una palabra: muy cambiante, muy mutante. Va adquiriendo varias maneras. Estaré un tiempo fuera y necesito echarla de menos. Como pasa con una ciudad que quieres mucho, como pasa con mi pueblo mismo (Lobería), que necesité irme en su momento. Me fui a otra ciudad a estudiar, después me fui a otro país y cuando vuelvo me encanta porque siento que necesito estar.

 

¿Guardas alguna predicción para Barcelona?

Sí, en el futuro, en la parte céntrica de Barcelona va a vivir gente rica o gente que venga de otros países con moneda más fuerte que el euro o donde ganen más euros que aquí. Esto no es una predicción de pálpito sino de números que están indicando que va a ser una ciudad carísima; siempre lo fue, pero será imposible vivir en el centro si no tienes un sueldo alto. Lo que pasa con Londres y París, con la diferencia de que éstas son ciudades mucho más grandes, y se va a ir despoblando, no digo de gente local, porque hay gente local que tiene dinero; pero los barrios van a perder su gracia, puede que el Raval empiece a modernizarse en el mal sentido. Otra, puede ser, que cuando vuelva a Barcelona, de aquí a un año, seguramente de mis bares favoritos solo existirán cinco.

 

La ciudad continúa sin ti… ¿Qué echarás de menos?

Creo que lo que siempre echo de menos, más que a los sitios, es a los amigos. Me gusta escribir sobre los lugares, pero no tengo mucho apego a los sitios. Sí echaré de menos las amistades que siguen con su vida y yo los voy a ver desde lejos.

 

¿Qué lugares te faltaron por descubrir?

Hay dos cosas que me hubiera gustado escribir pero no encontré la manera. Tú toma en cuenta que las crónicas para el blog las edité yo porque no tenía alguien que lo hiciera por mí. Esto lo hacía porque me gustaba, no por dinero. Entonces, en el momento de enfrentarme a publicar un post era un trabajo duro decir: “Esto no está para publicarse”. Una de ellas sobre la zona del puerto, del intercambio de mercancía y el movimiento comercial que allí se genera. Después, hacer algo sobre el turismo, que son temas de los que sé que se ha escrito mucho, y yo he intentado hacer algo pero nunca quedé conforme.

 

Cuando vuelvas, quizás nos muestres una Barcelona “conclusa”.

No, no lo creo. Ninguna ciudad se puede concluir.

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