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La Santa Alianza: enrabietada y desesperada

Vicente Mateos Sainz de Medrano
Vicente Mateos Sainz de Medrano
Periodista y Doctor en Teoría de la Comunicación de Masas.
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análisis

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La democracia es sólida y está fuerte, tras ver éste fin de semana cómo la inmensa mayoría de españoles dieron la espalda a las concentraciones convocadas por el PP, secundadas por Vox, para escuchar que España se rompe y que Sánchez quiere acabar con la democracia. Bastaba con recorrer cualquier ciudad, pueblo o villa para comprobar que la mayoría de los ciudadanos se dedicaron a sus habituales tareas dominicales de pasear, practicar deporte, leer con calma, y acudir al vermú y tapeo del mediodía con amigos y familiares que llenó hasta los topes terrazas, bares y restaurantes. Y es bueno señalarlo para no dejarnos arrastrar por el mensaje falaz de que todos los españoles están obsesionados y en pie de guerra, por el pretendido deseo de Sánchez de acabar con la democracia e implantar una dictadura. Teoría verbalizada por la viperina IDA, secundada por Feijoo (el hombre sin sombra) e instigada con malignidad por Aznar, auto investido guardián de las esencias del ser y sentir de España, que se permitió el lujo de azuzar a las mesnadas de la derecha a hacer todo lo que pudieran para detener la destrucción de la democracia.

Con el visto bueno del oráculo las mesnadas salieron enardecidas a tomar la calle, sin que sus inductores cayeran en la cuenta —o quizá sí— de que habían dado rienda suelta a los residuos del franquismo, del fascismo, para lanzar sus proclamas contra la democracia, pedir un golpe de Estado y colgar del palo mayor, con todo tipo de insultos soeces, al malo de la película que han creado, Pedro Sánchez, atribuyéndole todo tipo de aviesas intenciones falsas —por inexistentes e indemostrables—; con el objetivo encubrir el verdadero mal que les aqueja y enrabieta: que van a estar otros cuatro años sin Gobernar, porque la democracia parlamentaria funciona, y hace Presidente a quién concita el mayor número de apoyos de los diputados elegidos por los ciudadanos.

Este es el fondo del asunto, de la rabia desesperada que expresan quienes han salido y seguirán saliendo a la calle —hasta que se cansen de pegarse contra el muro de la democracia—, por su incapacidad mental para aceptar que la España que dicen defender, la suya: ya no existe, porque la España de hoy no está compuesta por ciudadanos ahormados conforme a unas reglas inmutables de moralidad y conducta social que regían bajo la dictadura que, en el fondo, siguen añorando. Por eso se rebelan contra todo lo que supone un reconocimiento de la diversidad social creciente, fruto de la globalización que amplia saberes y conocimiento, y contra el avance científico técnico del que reniegan, porque obliga a modificar hábitos y conductas que recortan el libertinaje de quienes, desde la dictadura, han venido haciendo de su capa un sayo, sin importarles los efectos malignos para los demás.

En este panorama, la amnistía —y todos los debates que viene suscitando sin conocer sus pormenores— es solo la excusa para enardecer las concentraciones que convocan por la necesidad que tienen de esa comunión fática para reforzar y reconocerse en la cerrazón que les lleva mantener un discurso que, implícitamente, supone el rechazo al diálogo para solventar los problemas del encaje de algunos territorios. Problema que nunca quieren afrontar para no tener que aceptar que el final del modelo autonómico es el Estado Federal.

Cerrazón mental que les aleja de la gobernabilidad y deriva en la desesperación que rezumaba el discurso de Feijoo en la Puerta del Sol, que ya no sabe qué decir ni qué hacer, en su argumental e hiperbólica carrera desbocada hacia la nada, visto que la democracia es más fuerte que la Santa Alianza que ha orquestado con jueces, empresarios afines y la Iglesia, con la incomprensible complicidad de las televisiones que sin más criterio periodístico que el de convertir la información en espectáculo televisivo, han retransmitido durante horas unas algaradas callejeras que han servido para magnificar su representatividad e impacto, convirtiéndose en colaboradores de la estrategia de acoso y derribo del demonio —siempre tiene que haber uno para mantener un discurso tan huero— personificado en la figura de Pedro Sánchez.

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1 COMENTARIO

  1. Este hombrecillo es incapaz de aportar un solo razonamiento de tipo jurídico, un solo dato que avale la retahíla de embustes que ha destilado Sánchez para colar todo este esperpento por pura ambición personal.
    Tampoco recuerda que hace 4 días toda la tropa de Sánchez defendía al unísono que la amnistía era una barbaridad.
    Hombre, un medio periodístico tiene que ser plural y traer opiniones enfrentadas, pero lo mínimo es traer gente de fuste y no pancarteros.

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