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La sinrazón de todos jamás evita el sufrimiento

José Repiso Moyano
José Repiso Moyano
Escritor español de larguísima trayectoria nacido en Cuevas de San Marcos, Provincia de Málaga, que ha publicado miles de obras en 50 años (literarias, de conocimiento,etc), y ha obtenido premios y reconocimientos por su participación en concursos, periódicos, revistas, recitales, programas de radio, acciones humanitarias y eventos literarios en todo el Mundo.
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análisis

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El amor siempre lo provoca una situación, un estado real de un ser vivo (con sus disposiciones virtuosas o no) en el cual ya está realizado-complacido con él mismo y con otro u otros del entorno. La soledad, también, la provoca una situación de ausencia, de incomprensión, de fracaso, de abandono, de marginación o de rechazo social. Y con el sufrimiento pasa lo mismo.

Ahí, la ciencia nunca puede demostrar el amor que cada cual tiene o disfruta, ni puede demostrar la soledad que cada cual siente con remedio o sin remedio, sino la ciencia determina sólo cuáles son los factores que favorecen a quien sea amor o soledad o aun sufrimiento.

Es decir, la ciencia o la razón (mejor) analizan qué factores intervienen en una concreta situación y, en consecuencia, ya le atribuyen el sufrimiento que es “inevitable” o equivalente a tal situación.

Por ejemplo, cualquier tortura o daño físico va a conllevar o a implicar a cualquier ser vivo sufrimiento, ¡siempre!; cualquier desarraigo o expulsión de su medio natural le va a producir a cualquier ser vivo incuestionablemente sufrimiento, ¡siempre!  Y es que, en el fondo, el sufrimiento es consecuente a lo que cualquier ser vivo no quiere aguantar o no acepta de manera natural.

Por seguro, el sufrimiento se da o se desarrolla cuando un ser vivo aguanta progresivamente lo que le decide otro ser vivo u otros seres vivos o, también, lo que en disgusto le decide una transformación inesperada de su propio medio (falta de alimentos, falta de buena convivencia, falta de refugio-seguridad, extremo calor, etc).

Claro, el sufrimiento es proporcional a una falta de bienestar o, ya por ajenas incompetencias, a la misma pérdida del propio bienestar.

Veamos, la formación o creación de sufrimiento es igual a la creación de un río. Sí, nadie sabe el punto exacto en donde se va a formar un río, pero la razón o el sentido común (incluso casi todos) sí saben en donde es totalmente probable que pueda haber siempre un río o un lago, sólo con advertir todos los factores geológicos y climáticos que están en un lugar interviniendo.

Entonces el sufrimiento de una mascota perfectamente está en que esa concreta mascota pierda su hogar (por abandono) o pierda sus capacidades físicas o aun se le imponga a ella un estrés totalmente evitable pero que, sin embargo, no se evita porque quieren otros disfrutar con él o mantenerlo o utilizarlo, a través de una fiesta, de una inconsciencia o de una indecente acción (antropocentrista).

Por eso el sufrimiento que crean los seres humanos a otros seres vivos (y no lo contrario, que es casi imposible) es de lo peor y de lo más condenable que hay en este mundo; ya que los seres humanos gratuitamente dan problemas a todo el medio natural y a todos los demás animales, con tanta testarudez violenta o con tanta vanagloria de creerse inteligentes (cuando, en verdad, son meros tóxicos para al fin crearse una paz de fondo).

Obvio, siempre, siempre se hace sufrir al no evitarse el sufrimiento que, de primeras, debe estar sólo evitado utilizándose ahí la cordura o el proceder correcto.

En definitiva, el sufrimiento es un resultado (un estado dolido y quejoso) a que un ser vivo no tiene satisfechas unas necesidades vitales o básicas; pero, en el caso del ser humano, el sufrimiento ya se extiende estúpidamente porque él se ha buscado nuevas necesidades (siempre estúpidas) que ha de satisfacer.

Desde luego, el ser humano sufre por dinero o sufre por decepciones que les darán sus miles de planes, promesas, proyectos, especulaciones o sueños (todo eso apegado a estéticas) que pone en marcha.

O sea, el ser humano sufre y sufrirá por ser un inútil en esta existencia, ¡sí!, nunca mejor dicho.

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