domingo, 28abril, 2024
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No molesten a la gente de bien

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análisis

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La prueba de que éste es un país disfuncional, es decir, que padece una anomalía que acarrea consecuencias contrarias al buen funcionamiento, es que un personaje que da tanta vergüenza ajena tenerlo por compatriota como es Alfonso Ussía, un individuo también disfuncional porque no solo no contribuye a la armonía y al progreso social, sino que tiene por tarea estar en contra de esa armonía y progreso social, es que le publiquen artículos tan absolutamente degenerados y deleznables como le publican a menudo en un medio de comunicación que se supone tenía que tener algún filtro, alguna especie de cedazo aunque sea muy tosco y rudimentario, para evitar que se le colaran entre sus páginas  semejantes basuras.

Supongo que con no leer sus escritos, asunto solucionado, el mayor desprecio es no hacer aprecio, pero un día me dio por leer, tengo ese no siempre saludable vicio de la lectura, uno de sus vergonzosos escritos y desde entonces aparecen puntualmente en mi móvil todas sus colaboraciones en un medio llamado “El Debate”. El “artículo” por llamarlo de alguna manera, fue publicado, o quizás sería mejor decir excretado,  por ese medio antes aludido el pasado veinticinco de febrero y, como no podía ser de otra manera viniendo de quien viene, se compone de una sarta de insultos y descalificaciones de todo tipo a los que no piensan como él, que es como hay que pensar, la única y verdadera forma de pensar, y el que no lo haga lo declara inmediatamente hereje, réprobo, “gente de mal” en contraposición a la “gente de bien” que son, naturalmente, los suyos, empezando por él.

El artículo de Ussía en cuestión, que lleva el luminoso título de “Gente bien y de bien”  y en general todos sus escritos, más que artículos son peroratas, homilías que curiosamente siempre cargan contra la izquierda, a la que odia de una manera irracional y por eso no encuentra nada bueno, todo en ella es blasfemo, infernal, diabólico. Y en cambio, en la derecha todo es, más que bueno, beatífico, venerable, bienaventurado, santo. Muchos de esos artículos o lo que sean esas ristras de falsedades, insultos y faltas de respeto en sesión continua, las he oído en voces bien cocidas y maceradas en licores diversos, en bares del madrileño barrio de Salamanca. Un barrio de gente de bien y también, aunque menos, en otros barrios más pobres como Vallecas donde también existen estos curiosos especímenes de predicadores de la verdad absoluta, a los que en cuanto se les va un poco la mano con los destilados alcohólicos, gritan a quienes quieran oírles que con Franco no solo se vivía mejor, dónde va a parar, sino que su glorioso advenimiento trajo el paraíso a este país. Solo les queda decir, imitando a Homer Simpson, aquello de: “hizo feliz a la gente, fue un hombre mágico del país feliz de la casa de gominola de la calle de la piruleta”.

Pero sin duda es el barrio de Salamanca el hábitat natural de estos fieles parroquianos de bar que se suelen arrancar mucho a cantar por “Ussía”, como antes se arrancaban a cantar en los bares por Juanito Valderrama o Antonio Molina. Sus largas parrafadas, a menudo solo farfulladas, están destinadas a una “audiencia” formada por gente de bien de su misma o parecida ideología: jubilados de derechas rasos, o antiguos falangistas, o ex miembros de Fuerza Nueva, o miembros de diversas hermandades y cofradías, antiguos caballeros legionarios y militares de variada graduación, me refiero naturalmente al rango, no a la graduación alcohólica, que esa es otra. Y señoritos más o menos calaveras o rentistas que no han trabajado un solo día en sus vidas, y otros personajes de parecida ralea, que le ríen sin parar y aplauden las supuestas gracias del señorito de turno que se ha arrancado a pedir otro golpe de Estado como el del 36 o la muerte por fusilamiento de veintiséis millones de españoles, bueno de españoles no, porque españoles solo son ellos, como pidió hace poco aquel general del Aire en la reserva. Una declaración que, por cierto, no ha tenido ninguna contestación ni por parte de sus compañeros de armas, ni por parte de ningún responsable del gobierno. Hay silencios más elocuentes que Shakespeare y Cervantes juntos.

Ussía hace lo que cualquier otro señorito retrógrado, muy de derechas y mucho de derechas de inagotable verborrea, con la particularidad de que él no solo hace uso de esa tradición oral, sino que también recurre a la escrita, con su particular “gracejo” ese tono chulesco y faltón tan suyo que es la salsa que acompaña a sus palabras ofensivas, difamatorias, atacando a la izquierda, incluso al PSOE, que enardecen y enfervorizan a sus fieles alimentando con munición de primera a las incendiarias tertulias de bares de bien. Según la sabiduría, la erudición y la ilustración que  se desprende de sus escritos, Ussía no puede soportar que la sociedad avance, que la gente tenga derechos y libertades porque considera que eso le perjudica, y mucho, a sus privilegios de cuna. No olvidemos que por encima de todo el señor Ussía es un ser profundamente clasista. Y los privilegios y prebendas de clase que defiende a capa y espada dejarían de serlo en cuanto el resto de la sociedad siguiera avanzando por el camino del Estado del bienestar y se acercara peligrosamente a esos rancios privilegios suyos que considera sagrados e intocables.

Algo parecido, al menos ése es el espíritu, sucede con la llamada “Basura blanca” o  “White trash” de los EEUU, una parte de la sociedad formada por pobres de raza blanca profundamente clasistas cuyo afán no es tanto que les vaya bien a ellos, sino que los que están un escalón debajo de ellos, es decir, los negros, hispanos y demás, se mantengan siempre por debajo y no levanten cabeza, para así marcar diferencia y de ese modo  hacer más llevadera su propia miseria. 

Para desgracia de nuestro país, todavía persiste una nutrida fauna de señoritos de toda condición, y sus respectivos acólitos, que añoran un para ellos maravilloso pasado aunque, también por desgracia, es un pasado que todavía no ha pasado, “el pasado no existe, ni siquiera ha pasado” decía Faulkner. Y esos señoritos de toda condición, muchos de ellos, como hemos dicho antes, rentistas alérgicos al trabajo, porque cuando se ha vivido durante generaciones como Dios del trabajo ajeno, de las plusvalías que reportan los sueldos miserables y las más todavía miserables condiciones de trabajo de sus empleados, o mejor cabría decir siervos, es muy difícil, por no decir imposible, cambiar, ponerse ellos ahora a trabajar. Si alguien les obligara a ello harían como esas mulas falsas que se poner a dar bocados y cocear a todo el que se acerque a ellas con los arreos en la mano. Por eso abominan de esa izquierda, incluso de un partido tan ahormado y  tan garante del Régimen del 78 como el PSOE, para ellos el mismísimo demonio, cuando habla de igualdad, de solidaridad, de compromiso con  el progreso del país, de arrimar el hombro pagando impuestos destinados a  mejorar la vida de la gente, sobre todo de la gente trabajadora que son los que sufren todas las crisis de este sistema neoliberal que nos trae a mal traer. Su filosofía, y también la de Ussía, es que a la gente en general, léase a los trabajadores y trabajadoras, no se le puede mejorar la vida porque se vienen arriba y empiezan a creer que todo el monte es orégano. Esos trabajadores y trabajadoras con conciencia social que exigen un sueldo digno, derechos y mejoras laborales para que su vida sea digna de ese nombre, nunca será para ellos, y menos para Ussía, gente de bien, sino “gente de mal” y así lo describe en su tosco panfleto que huele, como todos los suyos, a mugre fascista, a rancio incienso y a regüeldo cuartelero. 

Pero pasemos a analizar someramente el bochornoso, como todos los suyos, artículo para ver hasta qué punto llega la desfachatez de este miserable personaje. El artículo se basa en las palabras que Feijóo le dice a Sánchez en el Senado a propósito de la ley Trans: “Deje ya de molestar a la gente de bien”. Y empieza su preclaro escrito diciendo que “En España siempre han existido dos hemisferios perfectamente delimitados. El de la gente de bien y el de la gente de mal”. ¿Será a uno de esos “hemisferios” formado por veintiséis millones de españoles, la mitad, a los que el general Francisco Beca Casanova dice que hay que fusilar?.  Después define, sentando cátedra, qué es la gente de bien: “La gente de bien es la gente normal. Honesta, de familia unida, colegio religioso, mantenedora de tradiciones y costumbres, taurina aunque no entienda de toros, emotiva ante los símbolos y sobre todo gran consumidora de jabones, champús y demás productos de aseo personal.” Y continua con su fina y elegante  disquisición sobre la gente bien y la gente mal: “ Si un hombre dice “me he peleado con mi marido” mal y maricón. Si una mujer dice “me voy a Bali con mi mujer”, mal y tortillera. El resto de los supuestos géneros y sexos, fatal y ridículos”. También hace este interesantísimo apunte: “La gente bien disfruta de las vacaciones de Semana Santa, no del periodo vacacional de primavera”. Y remata su maravilloso artículo con estas aclaratorias palabras: “Se trata de una aproximación, un adelanto para explicar la gran diferencia entre la gente bien o de bien, y la gente mal o de mal. Los primeros votan a partidos liberales, democristiano y conservadores. Los segundos, a lo que tenemos gobernando. En fin, que Feijóo, en esta ocasión, ha estado bastante bien”.

Como puede verse, el señor Ussía no tiene la más mínima vergüenza ni apuro  en proclamar lo que pocos se atreverían a decir en público sin sonrojarse, y es que todo lo mío no solo es lo bueno, sino lo único admisible: mi ideología política, mis creencias religiosas, mis gustos, mis aficiones, mis manías, mis tonterías, mis tradiciones y costumbres. Y todos y todas las demás deben tienen la obligación de pensar lo mismo, de tener la misma ideología, las mismas creencias, los mismos gustos y aficiones, tradiciones y costumbres, y encajar en esos estrechos moldes, modelos y hormas que a él tanto le gustan, y por tanto declara como los únicos y verdaderos principios y valores. Y todos y todas tienen que esforzarse por ser como él, incluso operarse para tener su misma jeta de lechuzo, so pena de ser declarados “gente de mal”. Señor Ussía: la vida es algo mucho, muchísimo, infinitamente más grande que la que cabe en sus estrechuras mentales de señorito español de rancio abolengo. 

En todos los medios de comunicación de la llamada “derecha mediática” se han escrito, como no podía ser de otra manera, artículos haciendo elogios, loas y alabanzas a las palabras de Feijóo. En un reciente artículo aparecido en el diario “ El Mundo” firmado por Maite Rico, ésta nos ilustra con la definición de la  “gente de bien”: “ Un conjunto de personas honradas y de buenas intenciones”. Y remata su artículo con una frase que la suscribiría sin dudarlo el mismísimo Ussía: “La gente de bien existe, y no está en La Moncloa”. El significado de la expresión “gente de bien” es la correcta, la que debería haber sido, pero la señora Rico no ignorará que esa expresión se la apropió el régimen franquista para designar a los suyos, a los que secundaron el golpe de Estado contra La República, luego esa expresión no nos vale porque está muy contaminada de ideología franquista. Aquí, en este país, la expresión “gente de bien” nunca ha definido, y lo sabe la señora Rico, a las “personas honradas y de buenas intenciones”, sino a los adictos, seguidores, simpatizantes y partidarios del régimen franquista. Y la gente de bien, si nos atenemos a su significado original sin contaminantes ideológicos, está también en La Moncloa, sí, en La Moncloa, y en Génova 13, y en Kuala Lumpur, y en Las Pedroñeras, y en Moscú, y en Cádiz y en Nagasaki, y en Kiev, y en Ciudad del Cabo, y en Nueva York, y en La Mota del Cuervo, y en  Calcuta, y en Non Pem, y en Abu Dabi, también tiene que haber gente de bien en Abu Dabi, claro que sí, no todos van a ser como el Emérito. Gente de bien hay en todos los rincones del mundo. Y no necesitan ni nunca han necesitado la aprobación, el visto bueno de Alfonso Ussía, de Feijóo o de la señora Rico.  

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