viernes, 10mayo, 2024
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Notas sobre Carlos París como filósofo comunista

Miguel Pastrana
Miguel Pastrana
Secretario de la Junta de Gobierno del Ateneo (2008-2017) Candidato a Presidente en 2021
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análisis

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Vengo aquí a concluir una serie de escritos los cuales, con razón de cumplirse diez años de la muerte de Carlos París, he venido publicando tanto en este mismo «Diario 16 plus», como en «Neuronas Rojas», espacio del Núcleo de Técnicos y Profesionales del Partido Comunista de Madrid, federación del PCE.

En esos trabajos he tratado en continuidad, tanto la obra ateneísta de C. París y su vigencia en «Convergencia para la Estabilidad Democrática del Ateneo» -grupo electoral interno del Ateneo de Madrid el cual formamos en 2010 y perdura-, como la obra filosófico-política, que también pervive. En este caso, en quienes seguimos defendiendo el comunismo como la realización plena del ser humano.   

Hoy voy a centrarme ahí. Lo hago con el ánimo declarado de contribuir al gran debate el cual está teniendo lugar en el espacio político que, al menos hasta ahora, se ha entendido como «izquierda». 

Considero muy pertinente ponerlo en relación con el pensamiento de Carlos París. Hoy se plantea, tal vez más que en otros tiempos, el dilema de si tener presencia en determinadas estructuras políticas, económicas y mediáticas, justifica determinadas cesiones. Se apuesta, en general, por lo moderado, amable, y reformista. Y me refiero específicamente al ámbito político el cual, al menos hasta ahora (reitero), se ha situado a la izquierda del PSOE, entendiendo por tales siglas, la línea oficial y mayoritaria de dicho partido (pues sé que dentro de él hay corrientes más a la izquierda de dicha línea). En paralelo, se considera a grandes empresas capitalistas, en especial las mediáticas, como actores capaces -incluso, preferentes-, para hacer avanzar a la sociedad hacia la izquierda. Y así resulta, que los debates de nuestro tiempo, tal como las personas de referencia en ellos (dicho de otra forma: las personas quienes lideran), surgen en los espacios mediáticos -audiovisuales y escritos-, de esas grandes empresas capitalistas. La consecuencia parece inevitable: la izquierda alternativa se vuelve sistémica, con independencia de que -puntualmente-, eche mano de retórica aparentemente antisistema. 

Me propongo explicar aquí, en cuanto sirva para quien quiera leer, cómo Carlos París estaba (luego, sigue estando; en su obra viva), en las antípodas de todo eso. Y así, se reivindicaba, no como un reformista,mas como un revolucionario. No como un moderado, mas como un radical. No como un socioliberal, mas como un comunista. Y su obra filosófica, una cima del pensamiento español contemporáneo, no lo es en abstracto, mas en lo concreto material de los trabajadores y de las trabajadoras; del proletariado. Y así lo eleva políticamente como sujeto rector; capaz. Para a su través, la emancipación del ser humano de la tiranía del capital. 

Entonces, el sólido pensamiento de Carlos París, es némesis izquierda de la postmodernidad o «modernidad líquida». Se centra en la necesidad real de nuestra sociedad, empezando por su segmento mayoritario, la clase obrera. No abandona ese terreno -el propio del socialismo marxista, del comunismo-, en manos de las fuerzas derechistas, estén más o menos camufladas. Y por todo ello, guste o no, Carlos París es una gran figura anti-régimen (el monárquico impuesto en España en 1975), una gran figura anti-sistema (el capitalista,) y una gran figura del socialismo en sus términos reales, verdaderos.

Digo, «guste o no», porque en esta España nuestra la cual amamos (Carlos París lo hacía, doy fe, pero no era chovinista), somos demasiado dados a pretender «suavizar» a figuras ciertamente «incómodas» (para el régimen y para el sistema). Así sucede -por citar solamente unos ejemplos también ateneístas-, con Manuel Azaña, Miguel Hernández, Juan Negrín… Estas grandes figuras, como Carlos París, son en la práctica y en su entereza, inasumibles para el discurso oficial de la España de hoy. Porque están clarísimamente a su izquierda. Y por ello, cuanto más abunda (habiendo excepciones, que las hay), son aproximaciones recortadas a sus figuras políticas. 

Carlos París, además, vivió muchos y prolíficos años, viéndose entonces mejor algo no habitual, pero que sucede. A saber: con el tiempo, no fue moderándose, acomodándose, domesticándose… antes bien, se hizo máspunzante, más revolucionario, más radical. Por eso, no es en modo alguno casualidad, en absoluto, que su último libro -primera edición, año 2012-, se titule justamente, precisamente… «Ética radical». Toda una declaración de intenciones. Y desde luego -léase, por favor, el libro-, frente a los «amabilismos», los relativismos, y los pragmatismos mal entendidos (y peor practicados), que a la postre sólo sirven para dulcificar el capitalismo. Por tanto, para mantenerlo. 

En el pensamiento de Carlos París -como a continuación desarrollaré-, «pisar moqueta» y/o «aparecer en medios», no justifica renunciar -bajo sofismas y/o eufemismos-, a la lucha democrática contra el capitalismo. Por consiguiente, la lucha por el socialismo en sus términos reales, marxistas. Comunistas, en su consecución plena.

Yo de esto puedo dar fe directa; presencial. Fue un Presidente para todoel Ateneo de Madrid quien respetó escrupulosamente el Reglamento social de la entidad (incluso lo defendió activamente), sin por ello dejar de obrar siempre en marxista, en socialista, en comunista… Ello incluyó,tampoco casualmente, confiar en quien esto escribe – comunista por voluntad, obrero oficial mecánico por profesión, escritor por compromiso…-, como Secretario coordinador de actos también para todo el Ateneo de Madrid.    

Pero hoy no voy a hablar yo de eso de lo que tantas veces hablo –con razón, por ser importante cuanto allí, corazón de Madrid, corazón de España, se está dilucidando entre capitalismo «vs» sociedad-, sino que voy a hablar específicamente del pensamiento de izquierda real el cual sostuvo Carlos París. Y sigue sosteniendo.    

Hago eso a continuación, basando sobre todo en su libro «Ética radical» (pero no solamente; también en otros textos suyos), no porque sea el último libro el cual escribió, mas porque -por ese progresivo acerar,afilando, su pensamiento-, resulta también su obra compendio; culmen. Extracto, reelaboro y sintetizo así materiales que he ido publicando -como ya dije-, en «Neuronas Rojas» y también aquí en «Diario 16 plus». Por tanto, aunque pongo (de Carlos París), varias citas literales, no pueden estar todas cuantas ya publiqué. A quien desee constatarlas, remito con mucho gusto a esos otros textos ya editados.   

*

La idea de socialismo que tenía Carlos París, es cuanto normalmente llamamos «comunismo». Él usaba el término «socialista» y «comunista» indistintamente. En cualquier caso, cimentaba en el marxismo y preconizaba -Carlos París-, el control popular de los medios de producción. «De todos» los medios de producción. Es decir: también los culturales y los informativos. Nos referimos, obviamente, a los grandes medios. 

Sentado pues que Carlos París era -luego, lo sigue siendo; en su obra-, comunista, precisamos: militó en el PCE, aunque -sobre todo, por divergencias con Santiago Carrillo y cómo se había conducido en la Transición-, dejó la militancia, que no el carnet. Él mismo lo explica así: 

«Yo siempre he tenido unas actitudes acusadamente personales y perfiladas. Me fui distanciando respecto a la política de Carrillo por ser una política muy integradora y derechizante (…) Nunca se me ha ocurrido delvolver el carnet ni negar mi relación, pero sí he dejado de militar. Tan solo mantengo una relación de amistad y colaboración algo especial; si bien es cierto que podría mantenerla con otros muchos partidos» (entrevista en «Cuaderno Gris» de la UAM. Monográfico Unamuno y Europa. Año 2002)

Por esto, creo sinceramente que la figura política/ideológica de Carlos París puede ser reivindicada por más de un Partido Comunista, además del PCE. Que lógicamente, también.

Creo igual de sinceramente que todas las personas marxistas, pueden reivindicar a Carlos París. Además de todas las personas quienes trabajan por una III República española que prosiga los logros de la II y la aprecie y defienda. Además de todas las personas quienes estén con el feminismo no desvinculado de la lucha de clases. 

La figura política de Carlos París, más en estos tiempos, puede resultar incómoda. Pero eso no es culpa suya sino, en todo caso, «nuestra» (plural genérico). Quiero decir, que adelanta claramente por la izquierda a todo, o prácticamente a todo (ahí ya, valore cada cual…) el actual panorama parlamentario de España. ¿Debe esto molestarnos? Pienso más bien, que servirnos de acicate.

Pues el diagnóstico de Carlos París resulta nítido. Lo escribe en 2008 como artículo, con el elocuente título de «Las renuncias de la izquierda». Y lo reproduce en parte, ya en libro, con alguna actualización, en 2012, en el ya citado «Ética radical». Pone:

«Una pretendida y claudicante izquierda. Como en anteriores ocasiones he escrito, gran parte de la izquierda parece presa del «síndrome de Estocolmo»

Llega a pensar que, no sólo los proyectos revolucionarios, los únicos que pueden crear una sociedad a la altura de nuestro desarrollo, han sido momentáneamente derrotados en gran parte del mundo, sino que ello se produjo porque eran erróneos, triunfó sobre ellos una ideología superior, a la cual hay que adaptarse, mediante lo que Giddens califica como «modernización». Habría que aceptar la «globalización» y el capitalismo como única forma posible de organización económica. Y olvidarse de las críticas al «imperialismo»

(Dos notas mías: una, ¿suena familiar lo de la «modernización», que cita París como uno de los «argumentos» usados para enmascarar algo en verdad contra la izquierda? ¿Suena? Y dos, ¿le suena también al atento lector, atenta lectora, ese «olvidarse» del imperialismo? «Antiimperialismo trasnochado», llegó a escribir hace no mucho una de esas personas tertulianas «de izquierda» habituales en medio televisivo del gran grupo empresarial «Atresmedia», y lo escribió en medio impreso del también gran grupo empresarial PRISA…. ¿nos suena ese renunciar al antiimperialismo?). 

Continúo: para C. París, el capitalismo se puede calificar como irracionalirresponsable. Y así, nos aboca a la barbarie, con grave riesgo de la destrucción de la Humanidad como especie en el planeta Tierra.

La idea de responsabilidad está muy presente en la obra de C. París. Para él, el ser humano no puede ser como niños malos en un «patio de recreo» quienes luego, ante el estropicio, dicen que no han tenido culpa. En la filosofía de C. París, todos tenemos algún grado de responsabilidad, para bien o para mal. Y es precisamente el capitalismo el que fomenta esa «infantilización» del ser humano, para sojuzgarlo.  

Por tanto, en el comunismo de C. París, que es sin duda democrático, es también requisito un grado de responsabilidad de cada persona para ejercer esa libertad sin que dañe al prójimo (que eso es precisamente el capitalismo).

Específicamente, C. París hace hincapié, en «Ética radical», en un concepto el cual va desarrollando en la primera parte del libro: el «altruismo». Y este término, el cual puede parecer sorprendente en el marxismo (pero no olvidemos que el marxismo en C. París no es simplemente «de manual» y está junto con otros grandes conocimientos de pensadores anteriores y posteriores a Marx); el concepto de altruismo -iba yo diciendo-, C. París lo racionaliza; lo presenta como algo empíricamente más eficaz y «superior» -así lo tilda-, al egoísmo -la contraparte que París también refiere-, insolidario propio del capitalismo. Pues el altruismo que defiende C. París, es lógicamente solidario, «fraterno» (expresión la cual también usa). Pero no ingenuo. Resulta producto de un proceso de pensamiento racional y en términos de eficacia. 

¿Para quién? Para el conjunto. Donde -por ser fraterno, solidario y comunal dicho conjunto-, el individuo también crece en sí, desarrolla sus potencialidades y hace realidad sus aspiraciones, siendo apoyado por los demás. Pero tambiéapoyándolos.

El «constructo» de la obra de Carlos París en torno al altruismo, a la ética y a la moral. A la idea de la técnica como un logro de la cultura y no desligado, pues, de la ética (no algo meramente funcional y de categoría inferiora la ciencia); todo esto hace de Carlos París, en mi opinión, uno de los más originales filósofos quienes se inscriben en el pensamiento de raíz marxista en la segunda mitad del siglo XX y los principios del XXI. 

Pues logra, sin traicionarlo; sin romper sus coordenadas (como otros filósofos quienes se ubicaron alguna vez en el marxismo acabarán haciendo luego); logra Carlos París, vivificar el marxismo, ampliar su latitud y longitud, agrandando sus lindes, pero sin vulnerarlas. 

Creo que hay un innegable componente idealista en el pensamiento de C. París. Pero también lo hay en el de Marx y en el de Engels, aunque ellos -para diferenciarse de sus predecesores; Hegel, Fuorier, etc-, no lo admitan y usen el calificativo de «científico», frente al de «utópico». Carlos París -precisamente-, reconcilia ambos, dando un fundamento racional, al ideal.

No es el primero, ni el único, quien va a hacerlo. Pero sí podemos decir que Carlos París es de los más sólidos; de los más sistemáticos, aplicando la ciencia a explicar y poner en valor objetivo lo que es, en verdad, una construcción cultural  con cuanto de subjetividad conlleva.  

A diferencia de los existencialistas y vitalistas, París no ignora o minimiza lo que Marx definió como «infraestructura» de la construcción ideológica (de la sociedad, pues): la economía. Basa, París, en su enorme condicionamiento. Pero no hace un lectura de puro determinismo. Usando, precisamente, de la dialéctica, establece cómo la cultura -la cual está en la «superestructura» social-, aunque influida obviamente por la economía, por la «infraestructura», puede a su vez influir en ésta. Es una relación bidireccional, no unívoca. Ello está también en Marx y sobre todo en Engels (con su «Dialéctica de la naturaleza»). Pero París lo refuerzacon su propio concepto del «animal cultural», que es ni más ni menos el ser humano en sociedad. 

Así, con una cultura del altruismo (en los términos ya comentados), que denomina «nueva cultura» tomando nombre de la gran revista de los años 30 dirigida por el enorme Josep Renau (artista plástico y no menos importante, magnífico teórico del arte contra las élites),  y con una «ética radical», el animal cultural -esto es, el ser humano-, puede superar la cultura del capitalismo.

Esa cultura, a través de los medios de comunicación y difusión mayoritarios, es esencialmente cuanto C. París denomina el «troquelado de la conciencia». Que bajo un manto hipócrita («En la época de la mentira», otro título de Carlos París, partiendo en este caso del escritor portugués José Saramago, también comunista, como Renau), opera en términos de insolidaridad, egoísmo y darwinismo social. 

Y superada esa cultura capitalista -la cual supone una ética farisea y corrupta-, por la cultura del altruismo y por la ética radical, éstas entonces -por actuar el ser humano en sociedad como un «animal cultural»-,operarán a su vez en la infraestructura (la economía), en términos de derrota del capitalismo; de control social de los grandes medios de producción (el socialismo) y sociedad sin clases (el comunismo).Tal es, a grandes rasgos, la propuesta de Carlos París.

Resaltemos la importancia que le da a la cultura en esa derrota del capitalismo. Cultura la cual, por la parte de ética que conlleva, incluye a la técnica, a los oficios, a los trabajadores y a las trabajadoras también manuales. Y C. París habla del concepto de «taller», entroncándolo con una cultura de base popular, democrática, y antielitista.   

Cuando subrayo asimismo el carácter esencialmente moral de la obra de Carlos París (más allá de que toda filosofía lo tiene), lo hago para señalar que en su opinión, «no todo vale» y el fin no justifica los medios.Esto contradice de raíz (recordemos: «Ética radical») a determinados «pragmatismos» – París les llama «oportunismos»-, que afectan tambiéa cuanto se considera «progresía» e «izquierda» (inclusive a algunas interpretaciones del marxismo las cuales prescinden de cualquier consideración moral). Es algo, pues, siempre de actualidad. Y prescindir de ello resulta incompatible con el pensamiento de Carlos París. La moral comunista es, ciertamente, muy distinta a la burguesa. Pero sigue siendo una moral. Justamente, más auténtica.  

Otro aspecto a destacar en la formulación de Carlos París, es que no cree en determinismos absolutos, a diferencia de lecturas escolásticasdel marxismo Para C. París, el ser humano esta ciertamente condicionado. Pero no predeterminado. Y esto -mucha atención-, vale en los dos sentidos: el negativo y el positivo. 

Así, se permite corregir, en esto, el propio Marx. Más que corregir, digamos, aportar la experiencia. No es. por otra parte, Carlos París el primer gran marxista en hacerlo sin por ello desmontar la teoría. Antes bien, dándole más dimensión. Lenin también lo hizo. Hasta el propio Marx lo hizo. Lo cual resulta lógico, tratándose de la materia que tratamos. Y así dice París: 

«El proyecto de sociedad comunista, con la propiedad de los medios de producción, me parece que es la manera más justa de poder organizar el futuro de la humanidad. No obstante, es evidente que la idea de Marx de que el desarrollo de las fuerzas productivas puede y debe conducir al socialismo no es cierta, pues ve de una manera determinista la historia. Como decía Rosa Luxemburgo «socialismo o barbarie». Podemos permanecer en la barbarie, ya que la historia es una lucha abierta» (Entrevista a Carlos París en «Cuaderno Gris» de la UAM Monográfico Unamuno y Europa. Año 2002). 

Pero -atención-, veamos cómo vuelve sobre esto diez años después, precisamente en el último párrafo de «Ética radical», el último libro el cual escribió, como ya hemos referido:

«La historia está abierta. No hay ningún determinismo que asegure el triunfo final. Pero nada puede suprimir a los combatientes por la emancipación la «alegría de la lucha» que afirmaba la feminista Pankhurst y la incansable esperanza» 

Vemos ahí, además del significativo término «combatientes», un concepto el cual a veces niegan interpretaciones del marxismo demasiado limitadas. Hablo, de la «esperanza». 

Todo esto; una visión no-determinista la cual, sin obviar los condicionantes que se enfrentan, pero sin perder la esperanza, afirma la capacidad del ser humano de sobreponerse; de poder tener una ética y una moral –por consiguiente, una cultura-, diferentes a la de los opresores, y así mediante, cambiar también la economía, es decir, la infraestructura del sistema;todo esto -explico-, entronca con la bimilenaria noción cristiana de «libre albedrío» (que conlleva la idea de «responsabilidad»), y muestra el evidente cristianismo de base el cual recorre todo el pensamiento de Carlos París, incluso cuando lo desliga de la creencia en el dios concreto en sí.

C. París, en su obra, nos recuerda que no estamos abocados a fatuminamovible; a «únicos destinos» ya sean para bien o para mal. Aunque, indudablemente, muy mediatizada, tenemos capacidad de acción. Por consiguiente, de elección (‘hacer» o «no hacer»). 

Y siempre esa decisión va a tener consecuencias que trascienden a la propia persona en sí. Por eso nos recuerda C. París la importancia de la ética y la moral.

Y no dejemos de observar que la voluntad (para decidir), que es capaz de cambiar las cosas, en la filosofía de C. París resulta algo más complejo, más científico y materialista dialéctico (por partir del marxismo), que la noción romántica la cual, aun con diversas formulaciones, recorre de Platón a Nietzsche (a pesar de ser en apariencia tan distintos), pasando por San Agustín y, especialmente, Kant. 

En la filosofía de C. París no hay «imperativo categórico» -ni divino-, para hacer «el bien». Tampoco «voluntad de poder», para «liberar» las capacidades del ser humano (el «superhombre»). Hay, ya lo hemos dicho, un análisis racional, técnico, partiendo de «la infraestructura» (en términos marxistas, «la economía»). No resulta entonces una elección -la del altruismo organizado y la ética asumida-, nacida de lo espiritual-abstracto, sino de lo matérial-concreto, que le lleva a la conclusión, al ser humano (por su parte de «animal cultural»), de que lo mejor es el altruismo recíproco, como forma de construir la sociedad. Es decir, un altruismo sistematizado. Es decir, el comunismo.

Eso no significa que Carlos París piense, ingenuamente, que la educación, la ilustración y la razón por sí mismas, garanticen al ser humano la «buena decisión», la elección altruista. París nos argumenta que también la antítesis, la elección egoísta, tiene «su» componente racional. Y cita al respecto el ejemplo de Alemania, que en los años 30 y 40 del pasado siglo, propició la mayor barbarie, el crimen a escala industrial. Con ayuda -por tanto-, de una ciencia y de una técnicacarentes sin embargo de ética y moral.  

Volvemos así -por ser la médula-, a lacuestión de la ética y la moral. Sunecesidad de ellas. Y entonces también,la necesidad de la política, al ser ésta el ámbito en el cual la moral y la ética pueden influir en la ciencia y en la técnica.

Expongo ahora otras partes del pensamiento de Carlos París:

  • Para él, una III República española digna continuadora de cuanto representó (y cuanto defendió, y por cuanto fue defendida), la Segunda, resulta necesaria para nuestro país. Para su regeneración, con el final definitivo de la ominosa herencia del franquismo. Final que sólo la República puede significar para España. 

Esto -nadie se ofenda-, le diferencia claramente de posiciones accidentalistas en ámbitos socialistas e incluso comunistas, que siguen viendo la III República como algo no esencial, no prioritario. París no lo veía así; veía a la III República –y continuadora de la Segunda-, como algo imprescindible. 

  • Para Carlos París, España es una realidad. No era antiespañol. Pero no creía que España fuese mejor -menos aún, superior-, que ningún otro país. Esas categorizaciones no caben en el pensamiento de Carlos París. Era profundamente internacionalista (está en toda su obra). Creía especialmente en el potencial revolucionario de América Latina, por su condiciones objetivas. Para España, su fórmula inequívoca es la República federal. Con todas las letras. Está en sus propias palabras. 
  • Para Carlos París, un feminismo no desconectado de la lucha de clases(según ya se ha dicho), resulta también imprescindible. 
  • Para Carlos París, la clase obrera -él usa también el clásico término marxista de proletariado-, es perfectamente capaz. de tener labores de gobierno y dirigentes. Toda la obra de C. París está llena de un gran respeto a los oficios, al trabajo manual, a los talleres… que -ya lo señalé-, en la filosofía de Carlos París son también genuinas representaciones de Cultura, y no inferior a otras. Por eso, el marxismo y comunismo de Carlos París, no resulta paternalista ni condescendiente,

Carlos París -profesormagistral; catedrático a los veinticinco años de edad-, no da lecciones a la clase obrera: comparte saberes y, a su vez, también aprende. ¡Por eso trabajó en una mina! No significa -ojo-, que una persona obrera, artesana… sea mejor por ese hecho. Significa, que tampoco es peor. Significa, que toda persona tiene capacidad de cultura, potencial creativo, aunque sea de trabajo manual, de formación mecánica. Termino este apartado diciendo, que Carlos París solía referir, con orgullo, que el Ateneo de Madrid fue un lugar donde la clase obrera -incluidas las mujeres-, recibía clases nocturnas gratuitas, en una época cuando dicha clase social tenía muy pocas oportunidades de estudiar.

  • Para Carlos París, el grado superior del capitalismo es, en lo social, el consumismo, y en lo económico, el neoliberalismo. Entre ambos, hacen todo efímero -esa es la palabra que usa C. París-, incluido el producto cultural (obras de «usar y tirar») y el propio trabajo en sí (la precariedad). Y «deshumanizan» -otro concepto clave en el análisis de C. París-, al ser humano. 
  • Para Carlos París, en este grado superior del capitalismo, se normaliza la corrupción de la política y de la cultura. La publicidad se pone al servicio del enmascaramiento de dicha corrupción, con los ya mencionados grandes grupos de comunicación/difusión. Es la también ya referida «Época de la mentira». Sin rodeos y según C. París (yo lo suscribo), la época actual. Desde hace ya no pocos años.  
  • Para Carlos París, cuanto define una actuación social, política o económica de naturaleza inmoral -más allá del relativismo que puede haber según diferentes culturas-, es la consciencia de quien o quienes actúan.
  • Carlos París fue crítico con los sistemas del llamado «socialismo real» con la URSS a la cabeza. Pero reconoció sus grandes logros y su gran valor frente al imperialismo de los Estados Unidos y la OTAN.
  • Carlos París creía en la paz, abogaba decididamente por ella. No era militarista. Pero apreciaba las virtudes castrenses cuando están al servicio del Pueblo y su defensa frente a la opresiónRecuerdo ahora, que comentaba cómo le emocionó la imagen de un soldado sandinista en la Nicaragua de los años 80, guardando, con su fusil, una humilde escuela aldeana, de posibles ataques de «La Contra» (ya sabe el lector, la lectora, más veteranos: aquel grupo armado antigubernamental que financió –y armó-,  Estados Unidos).

Quiero por último reseñar cómo Carlos París apreciaba la poesía. En sus escritos hay múltiples referencias a poetas. Por ejemplo, en «Ética radical» a los poetas republicanos españoles, ateneístas, León Felipe y Rafael Alberti. La exclusióque hiciera Platón de los poetas de su República ideal, Carlos París no la respeta, desde luego; no cree en ella. Al revés, reconcilia filosofía y poesía en la línea de María Zambrano (también ateneísta).

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