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Puzzle vital

Gonzalo Osés
Gonzalo Oséshttp://www.gonzalooses.es
Soy abre puertas, se me da bien conectar necesidades con soluciones. Me rijo por tres frases: la de mi madre “la vergüenza pasa y el provecho queda en casa”; la de mi padre, “la persona más feliz es la que menos necesidades tiene”; y la mía, “para crear valor hay que tener valor”. En plan profesional, soy FEO (Facilito Estrategias Operativas), cofundador de Xaudable, conecto innovación con el mercado, mentor y docente en @eoi y @SEK_lab. Emprendedor con mi startup de comida rápida saludable. Autor libro “abre puertas, cómo vender a empresas”. Miembro de @Covidwarriors. En otras décadas organicé en IFEMA la feria Casa Pasarela y fui gerente de un concesionario oficial en Madrid de motos Honda. Licenciado en Dirección y Administración de empresas por CEU San Pablo, diplomado en diseño industrial por IED (Instituto Europeo Di Design), master de comunicación aplicada en Instituto HUNE.
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análisis

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La semana pasada nos regalaron un puzzle de mil piezas, cuya imagen es la aldea gala de irreductibles galos de Asterix y Obelix, con unos 160 personajes que me ayudaron a viajar de niño.

El primer día, la caja se quedó reposando, esperando a que tuviera arrestos para encarar el reto.

El segundo día, al abrir vi los cientos de piezas esperando a ser conectadas, y me quedé admirando su perfección.

El Tercer día comprendí que había que poner método para abordar el reto, así qué me dediqué a encontrar las piezas que tuvieran un canto recto, para encontrar los límites, y empezar a ensamblarlos para comprender el terreno de juego.

El cuarto día, como quien busca no encuentra, no me quedó otra, que dedicarme a separar las piezas en seis tuppers: las de color solo azul, las de azul con algún dibujo, las que había algo de verde, las anaranjadas, y otras dos tuppers  con las que tenían dibujos de los personajes.

En ese encuentro, fueron aflorando piezas que mi inconsciente recordaba, unas piezas con grandes franjas azules, blancas, algo verde y algo naranja. ¡Obelix!

De niño, me identificaba con Obelix, porque aparte que era un comilón, aunque era hijo único, compartía habitación con Alfonso (3 meses más joven que yo), porque mis padres compartían una casa baja en Palomeras Bajas con sus padres, y hasta que tuvimos 9 años, entre nuestros respectivos progenitores se turnaban de lunes a jueves para recogernos cada dia uno del colegio, y así tanto nuestras madres como padres tenían 3 días para seguir desarrollando sus carreras profesionales. ¡Los niños eran de la tribu!

Íbamos a la misma guarde y cole, y yo le sacaba a él y a casi toda mi clase una cabeza, por lo que adaptaba una especie de rol de hermano mayor, más anhelado  y Alfonso el segundo más avispado, intranquilo, cual Asterix. Con el tiempo, y a base de un gran esfuerzo para formarse y trabajar fuera de España, es un excelente payaso y productor de industrias creativas.

Por mi parte, Obelix me vuelve a representar. Ahí andando, tras cerrar mi startup y desplazarme a Málaga a cuidar a mi padre, ahora que está mucho mejor, vuelvo a activar la maquinaria para encajar por sexta vez en un ecosistema en el que aportar. Quizás, ha llegado el momento de explicar cómo caímos ambos en esa marmita, que a Obelix le dio una fuerza inimaginable, y a mí una gran capacidad para detectar soluciones y conectarlas con necesidades, y crear el puzzle para que visualices tu talento innato.

GO!

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