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Represión franquista en Toledo, mi abuela Antonia Arrogante como víctima

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análisis

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La resistencia del Alcázar de Toledo era todo un símbolo sin valor militar. El Gobierno de la república se esforzó en la rendición. Largo Caballero asistió en persona a las voladuras y feroces ataques sobre el edificio toledano, pero fue en vano. Tras su liberación, con Franco entrando en la ciudad al día siguiente y empezó la represión. Ciegos de odio y de venganza, salieron matando sin contemplación ni miramientos.

Durante la represión, una de las víctimas fue mi abuela Antonia Arrogante. Cada año rindo homenaje al luctuoso y trágico acontecimiento que causó un trauma histórico a mi familia y que yo mantengo en el recuerdo. No he tenido confirmación documental, hasta que me la facilitó la organización Víctimas de la dictadura de Castilla-La Mancha: Antonia Arrogante Carretero (de profesión sus labores) era natural de Cebolla y murió por asesinato el día 28/9/36. Lugar de muerte: Toledo.

Durante el 19 y el 20 de julio, el Ministerio de Guerra hizo varios intentos para obtener munición en la Fábrica de Armas de Toledo; ante cada requerimiento el coronel José Moscardó, director de la Escuela Militar de Gimnasia y oficial de la plaza, rehusó la entrega. Finalmente se sublevó el 21 de julio y proclamó el estado de guerra controlando rápidamente la ciudad. Al día siguiente una columna leal procedente de Madrid al mando del general Riquelme llegó a Toledo y obligó a los militares sublevados a encerrarse en el edificio del Alcázar sede de la Academia de Infantería.

Toledo, ciudad Imperial, sede principal de la Corte de Carlos I. Toledo, la Ciudad de las Tres Culturas y de la tolerancia, por haber sabido convivir en armonía y durante varios siglos, cristianos, judíos y musulmanes, en 1936 se rompió la convivencia. Su historia se remonta a la edad del Bronce. Tras las invasiones germánicas, Toledo se convierte con Teovigildo en capital y en la principal sede eclesiástica del Reino visigodo. En el año 711, Toledo fue conquistada por Táriq ibn Ziyad y fue dominada por los musulmanes hasta que Alfonso VI reconquistó la ciudad en 1085. Durante la Edad Moderna la ciudad destacó como sede de los Reyes Católicos. Al trasladarse la corte a Madrid en 1561 la ciudad entró en decadencia.

El asedio del Alcázar de Toledo fue una batalla altamente simbólica que ocurrió en los comienzos de la Guerra en España. Se enfrentaron fuerzas compuestas por milicianos del Frente Popular y de Guardias de Asalto, contra las fuerzas sublevadas de la guarnición. Las fuerzas republicanas empezaron el asedio el 21 de julio de 1936 y lo levantaron el 27 de septiembre, con la llegada del Ejército de África al mando del general Varela, que había hecho un alto en el camino hacia Madrid. Franco entró en la ciudad al día siguiente. El 27 de septiembre el Tabor de Regulares de Tetuán y una bandera de la Legión liberan Toledo. Radio Nacional informa que cinco mil milicianos rojos huyeron de la ciudad, cuando Moscardó pronunció ante el general Varela su mítica frase tras 70 días de asedio: Sin novedad en el Alcázar.

El patio 42 del cementerio de Toledo alberga los restos de más de mil víctimas de la represión inmediata tras la entrada de las llamadas tropas nacionales. Las cifras de enterramientos vinculados a la represión, tanto en este como en otros lugares del cementerio, superan las que hasta ahora habían establecido como válidas los investigadores. Hubo otras fosas en distintos puntos de la ciudad, además de un importante número de cadáveres que fueron arrastrados por la corriente del Tajo, al haber muerto mientras intentaban cruzar al otro lado de la ribera.

Una particularidad de la represión en Toledo es que se realizó sin testigos, al haberse ordenado por el general Varela que los periodistas que acompañaban a las columnas del ejército de África, permanecieran hospedados en Talavera de la Reina hasta nueva orden. La razón de este veto venía como consecuencia de la repercusión internacional que había tenido la conocida como «matanza de Badajoz», y que había perjudicado la aureola piadosa con la que pretendían cubrirse los de la cruzada católica contra el marxismo. Era mejor no tener testigos, al menos en la primera fase de la conquista de ciudades, y que era cuando se producían con más virulencia ejecuciones extrajudiciales, violaciones de mujeres y saqueos de reparto del botín, algo a lo que se entregaban con entusiasmo los mercenarios marroquíes en particular.

La conclusión del estudio realizado sobre la represión franquista para el Ayuntamiento de Toledo, para la FEMP y para la Secretaría de Estado de Memoria Democrática (SEMD en el Cementerio Municipal es de 1.787 personas, víctimas de la represión franquista en Toledo entre 1936 y 1947. De ellas se han llegado a identificar hasta 1.004. Las 783 víctimas restantes siguen apareciendo como desaparecidos.

En el primer período, de la violencia física que caracteriza la irrupción y el establecimiento del franquismo en la ciudad viene a denominarse como la masacre de Toledo. Por sus dimensiones, el número de víctimas que supuso, por el nivel de violencia alcanzado y por la total impunidad que caracteriza los procesos de violencia observados. A este período represivo le corresponden 1.101 víctimas en total, entre militares y civiles.

La suma total de fusilados sometidos a juicios militares urgentes y sumarísimos enterrados en el Cementerio Municipal de Toledo es de 395 personas, entre 1937 y 1944. El sistema punitivo franquista está presente en Toledo desde la toma de la ciudad, los días 27 y 28 de septiembre. Son continuos y habituales las detenciones, los paseos y sacas, que se suceden durante esos días. Hasta el punto de que han de habilitarse dos prisiones para acoger a la gran cantidad de presos militares y políticos. Además de la Prisión Provincial

Aproximadamente 670 civiles (500 mujeres y 50 niños) vivieron en el alcázar durante el asedio. Muchos de éstos eran familiares de los miembros de la Guardia Civil, mientras que otros se habían refugiado allí desde diversas partes de la ciudad para salvar sus vidas. Las mujeres no participaron en la defensa del Alcázar, por su seguridad no se les permitía ni siquiera cocinar o curar a enfermos y heridos. Las cinco muertes de civiles afines a los sublevados que hubo fueron por causas naturales.

Franco convirtió la liberación de Toledo en un valioso golpe de efecto internacional, llegando a recrearlo, recorriendo los escombros, para las cámaras de los noticiarios que se proyectaron en salas de cine de todo el mundo.

El día 24 de septiembre las tropas rebeldes al mando del general Varela estaban ya en los suburbios de Toledo y las milicias frentepopulistas debieron enfrentar sucesivamente a estos refuerzos del bando sublevado junto a los rebeldes dentro del Alcázar, lo cual hizo insostenibles las posiciones republicanas. Algunas milicias opusieron resistencia a los sublevados en Toledo, pero la mayoría de los milicianos prefirió retirarse hacia Aranjuez temiendo ser atrapadas en un nuevo cerco, facilitando que las tropas de Varela dominaran por completo la ciudad de Toledo y enlazaron con los sitiados del Alcázar el 27 de septiembre de 1936, terminando así el asedio.

No tengo noticias de que mis abuelos fueran unos peligrosos rojos. Mi padre sería quien hubiera podido contarme la historia, murió cuando yo tenía ocho años y mi madre, ya fallecida, en raras ocasiones habló del tema. Sí parece que mi abuela Antonia Arrogante tenía un carácter fuerte y poco dado a componendas. Mujer de mediana estatura, fuerte, guapetona, con moño bajo, saya larga y pañoleta negra sobre los hombros.

Vivía en Toledo, en el Callejón de los Niños Hermosos, callejón sin salida de la judería toledana, del que la sacaron para nunca volver. Oigo las botas contra el empedrado, los gritos y empujones, los culatazos de los fusiles sobre su espalda. Veo la cara perpleja y asustada de mi abuela Antonia, embarazada, y las caras descompuestas por el odio de los sacadores. Oigo el sonido seco de las descargas de los fusiles y el taac, taac de los tiros de gracia junto a un paredón a la vera del Tajo.

Franco no forzó la marcha hacia Madrid aprovechando el ímpetu del ataque y la inadecuada defensa que entonces oponía la ciudad. En vez de ello, hizo girar las tropas hacia Toledo para acudir en auxilio de los sitiados del Alcázar. Como Yagüe protestó (enfadado) contra esta decisión, Franco le sustituyó por Varela, que acababa de tomar la localidad malagueña de Ronda. La ambición política llevó a Franco, entonces un primus inter pares, a convertirse en el salvador del Alcázar y jefe indiscutible de la sublevación. Se ha dicho que podía conseguirlo también con la toma de Madrid, pero Toledo suponía un riesgo muchísimo menor.

Transcurridos ochenta y siete años, sigo sintiendo dolor y desprecio hacia quienes cometieron el crimen y por aquellos que hoy justifican el asesinato de las decenas de miles de hombres y mujeres que murieron y sufrieron persecución victimas de la barbarie y que hoy, todavía, siguen sin reconocer el genocidio franquista. Reivindico mi memoria histórica, por lo que ni olvido ni perdono.

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