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El cuñado que surgió del frío (I)

Manuel F. García
Manuel F. García
Manuel F. García es activista sociocultural. Colabora como voluntario en varias asociaciones de actividades sociales, culturales y deportivas adaptadas a personas con diversidad funcional. Ha participado en proyectos educativos como alfabetización de adultos, formación profesional y ocupacional.
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análisis

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El hombre estaba ya intranquilo, sentado en aquella consulta; intentó encontrarle alguna lógica a las circunstancias que le habían llevado a aquella situación, una secuencia de acontecimientos en cascada provocada por un día frío, con una nevada tremenda, que le hizo acabar en ese centro psiquiátrico tan alejado de la ciudad; pero cuanto más lo repasaba, más increíble le parecía. Lo único que le ayudaba todavía a mantener el control era la total confianza en su posición social y prestigio profesional, que fácilmente podía ser comprobado.

La puerta a su espalda se abrió, y por fin apareció la previsible persona con bata blanca, gafas y actitud seria que se esperaba, la cual se sentó frente a él, tecleó  algo en el ordenador  y, tras un minuto que empleó en sacar una hoja de formulario y preparar un bolígrafo, por fin dejó salir de sus labios las primeras palabras.
 
-Buenas tardes. Bueno, estoy aquí para escuchar su problema, dígame.

Era, para el hombre, la señal inequívoca de que todo se iba a solucionar. Así que decidió resumir la situación.

-Hola, buenas tardes; me alegro de poder aclarar toda esta confusión. Verá, yo no tengo ningún problema de salud, ni física ni mental; en realidad he acabado en este centro porque me recogieron en la carretera, ya que me quedé sin vehículo, y necesitaba pedir ayuda…
-¿Y por qué le trajeron a este centro, en lugar de llevarle a la ciudad?
-Es que me recogió el autobús que traía aquí a los pacientes, ¿entiende? El conductor no tenía el móvil disponible, y fue él quien se ofreció a traerme aquí…
-¿Le recogió nuestro autobús de transporte sanitario en medio de una nevada, en plena montaña?, ¿y usted, no tiene móvil?
-No… , bueno, sí; pero es que tanto el móvil como mi documentación, que iban en mi abrigo, se han quemado, al haberse incendiado mi coche.
-¿Se ha incendiado su coche?
-Sí; es que es un coche eléctrico, y las baterías al parecer…

El hombre observó cómo el doctor apuntaba algo en su formulario. Notó cómo volvía a aparecer su nerviosismo; había bajado del autobús en medio del  grupo de los pacientes psiquiátricos, cubierto con la misma manta que ellos llevaban para protegerse de ese día especialmente frío, y que le prestó el conductor,  el mismo conductor que cerró las puertas sin más y se marchó. Luego un enfermero enorme y con aspecto serio le preguntó dónde estaba su pulsera de identificación, y al contestarle él “es que yo sólo vine a hablar por teléfono1  la situación se complicó, y acabaron haciéndole pasar a aquella consulta diciéndole que esperase, al ver que el nombre que les dio no aparecía en el listado de pacientes que ellos tenían.

El doctor no le dejó acabar la última frase:

-¿Y cómo es que usó un coche eléctrico en un día con tanto frío y para un recorrido tan poco apropiado para estos vehículos tan inseguros?  No hay zonas de recarga por aquí cerca, y es realmente arriesgado circular con coches eléctricos en estas circunstancias.

-Bueno, sí, me doy cuenta de todo eso, pero verá, es una cuestión de prestigio e imagen social; soy periodista, ¿sabe?, y… (Nuevamente, el doctor no le dejó continuar):

-No entiendo; ¿el ser periodista le obliga a llevar coche eléctrico en circunstancias tan arriesgadas?.
-…Lo que quiero decir es que soy periodista especializado en el tema climático; y debo dar ejemplo de sostenibilidad, dada mi imagen pública… Es que me dedico sobre todo al problema del calentamiento global.
-¿Cree usted en el calentamiento global?

La lógica del periodista quedó atascada al oír la pregunta; se había visto muchas veces cuestionado en infinidad de debates on line, pero esta vez, en lugar de rebatirle un escasamente documentado conspiranoico, era un psiquiatra quien le examinaba con carácter profesional. Tuvo que reformular todo su discurso aprendido; ahora se trataba, no de un tema político o de opinión periodística, sino de partir de la base de la lógica y el raciocinio. Aquí no podía permitirse sesgo alguno en su razonamiento, como sí podía hacer en sus artículos. Decidió ir por otro camino:

-Bueno, verá, es una cuestión de rigor científico; yo, como periodista experto en el tema me he documentado muy bien en base al consenso de la comunidad científica y…
-No le comprendo; ¿qué consenso? La ciencia no funciona por consenso. Mire, yo  tengo un hermano meteorólogo y otro hermano geólogo; ni la cuestión climática, ni ninguna otra, basada en la ciencia, se decide por votación, sino por el análisis de los hechos y las evidencias y su posterior contraste y conclusión. Pero explíqueme: ¿Por qué cree usted que hay algo parecido a un calentamiento global?2.
Como ya le he dicho, soy periodista especializado en la problemática del clima; precisamente, el medio para el que trabajo ha publicado hoy mismo en las redes un vídeo en el que yo me encargué de exponer la línea editorial que mantenemos, en apoyo al 97% de los estudios publicados por la comunidad científica sobre el tema. Mire, le pido que se moleste en verlo ahora en su ordenador; mi intervención dura sólo un minuto exacto.
-¿Y por qué un minuto exacto? (esas preguntas sobre esos detalles aparentemente irrelevantes comenzaban a inquietar bastante al periodista; algo se le estaba escapando, pero le interesaba sobre todo que el psiquiatra le viese en el vídeo institucional del importante diario para el que trabajaba. Tenía que conseguir que lo viese).
-Verá, se trata de una importante campaña que hemos iniciado justo coincidiendo con las fiestas de Navidad. De hecho lo grabamos en el último momento; lo hicimos el día 28 y se editó y publicó en sólo dos días. El lema es “Verificando a tu cuñado. Cómo desmontar sus bulos en un minuto”. Sería importante que lo visionase, para entender la relevancia social que tiene.

Esa explicación pareció llamar especialmente la atención del médico, que escrutó al periodista mientras hablaba, para luego teclear en su ordenador la reseña indicada. En pocos segundos, el psiquiatra prestaba atención al vídeo que se abría en su pantalla. Aunque el periodista no podía verlo, por el sonido sabía qué imagen aparecía:

Sobre una escena preparada de una fiesta de Navidad, se veía al periodista protagonizando un pequeño publirreportaje, en el que una voz en off, (un supuesto “cuñado”, que le hacía una pregunta en tono burdo, afirmando que “siempre ha hecho el mismo calor”) hacía que el periodista interrumpiese bruscamente el acto de beber de su vaso de tubo alzado, y con gesto de sorpresa dijese a alguien fuera de plano, “sujétame el cubata”, para, a continuación, exponer a la cámara (como si el espectador fuese el “cuñado” que hacía la pregunta ), una breve exposición de argumentos.  En un minuto exacto, tal como se podía ver en el contador que aparecía en pantalla, citaba la importancia de los “expertos y agencias del clima” que habían comprobado que ese año había sido “el más caluroso jamás registrado desde las mediciones con termómetro en 1850”, a lo que sumaba “los estudios del paleo clima, registrados en sedimentos, hielo y anillos de árboles, desde hace miles de años”, concluyendo, en los últimos segundos del minuto de exposición, con la afirmación de que “se sabe que la causa son los gases de efecto invernadero expulsados por los humanos, que se acumulan en la atmósfera en la mayor cantidad registrada desde los últimos ochocientos mil años”3.

El psiquiatra detuvo la reproducción justo cuando el contador de la pantalla llegaba a los sesenta segundos exactos, pero se quedó mirando fijamente, moviendo muy ligeramente los ojos con gesto de estar analizando algo. El periodista se dio cuenta que el médico había pausado la imagen y estaba valorando algún detalle de su imagen, de su rostro. Entonces cayó en la cuenta.
Recordó que algunos psiquiatras utilizaban la técnica de confrontar  a los pacientes con sus propias incoherencias y visiones alteradas de la realidad, para así estudiar las reacciones que los pacientes manifestaban ante esa exposición frontal del discurso subconsciente; ¡le estaba analizando enfrentándolo  al propio lado oscuro de su psique, a sus miedos, anhelos y obsesiones inconscientes! Se había equivocado de estrategia, al creer que se encontraba frente a un adversario de debate televisivo, o un político; al psiquiatra no le importaba la coherencia y habilidad de su discurso, sino que buscaba las motivaciones ocultas bajo su forma de razonar, ¡y no se había sincerado, sino que había hablado al médico como si fuese un espectador al que pudiese convencerlo con su relato, como hacía en sus artículos!

Ya era tarde para rectificar. El médico pareció llegar a alguna conclusión, porque se apoyó en el respaldo de su sillón, se tomó un minuto para anotar algo en el formulario, y luego dijo:-¿Se da cuenta usted que lo que expresa en ese minuto no es coherente ni en la forma ni en el fondo? Fíjese: En primer lugar usted aquí da una imagen de estar en una situación desenfadada, frívola, incluso tomando una bebida más típica de pub que de evento importante, con clase; de hecho llega usted a decir la expresión “sujétame el cubata”; es decir, se identifica usted más con el denominado “cuñado” que le hace la supuesta pregunta chusca, que con el rol de periodista documentado. Y si pretendió usar la ironía ¿qué tiene eso de científico, y serio, cuando sólo dispone de un minuto, y la primera impresión es tan importante como el mensaje que se transmite?
Por otro lado, en su exposición no cita jamás ninguna fuente, ni nombra a expertos independientes y solventes concretos; sólo repite eslóganes y clichés, como si estuviese leyendo un folleto de propaganda oficial, con un léxico diseñado para una campaña política o ideológica, más que científica. ¿Por qué desperdiciar esos preciosos sesenta segundos de  tiempo realizando una exposición en tono propagandístico, en lugar de aprovechar ese foco de atención tan importante, con esa producción tan elaborada, para exponer citas de expertos concretos, o estudios independientes con sus fuentes verificables? No tiene sentido.

El periodista tomaba buena nota mental de lo que decía el psiquiatra: debía intentar comprender cómo debía reformular su estrategia, recuperar su credibilidad. Pero el doctor todavía no había acabado.

Y por último, dos detalles muy importantes: Primero, ¿habla usted del “problema del calor”, pero en invierno, delante de un árbol de navidad y una chimenea mostrando grandes llamas que indican que hay que combatir el frío?
Y segundo: ¿elaboran ese documento en medio del ambiente del día de los inocentes, cuando es tradicional, en el mundo de la prensa, hacer publicaciones falsas en tono de broma?
Reflexione un poco y contésteme, por favor: ¿qué parte de usted estaba hablando realmente, con la imagen de una persona bebiendo alcohol? ¿Sabe usted lo que quiere decir la expresión “in vino veritas”?

El periodista se veía obligado a cambiar de tercio. Tenía que confiar en sus reflejos, en su instinto profesional.

-Soy consciente de esos aspectos que usted menciona usted, pero piense que se trata de un formato audiovisual acorde con la temporada de Navidad; debíamos acercarnos al ambiente que resulta familiar al público, para, precisamente, hacerles ver el contraste tremendo que hay entre la aparente normalidad de este invierno, y la realidad que no saben ver. El calentamiento es un hecho, créame, aunque no se vea a simple vista; ese es el aspecto realmente importante, y yo como informador he de reflejar…

El doctor volvió a interrumpirle; en esta ocasión giró la pantalla del ordenador hacia él; mientras el periodista hablaba, el médico había tecleado algo, alguna consulta en las redes, que ahora se visualizaba en la pantalla que le mostraba.

-Fíjese bien; esta noticia es de este mismo mes de diciembre. Dígame, ¿informó usted al público sobre esto?4

Era una noticia en la que, en conjunto, el  titular y el subtítulo decían: “AVIONES SE CONGELAN EN EL AEROPUERTO DE MUNICH CUANDO IBAN A VOLAR A LA CONFERENCIA DEL CAMBIO CLIMÁTICO EN DUBAI”, sobre dos fotografías que mostraban la forma familiar de un avión, recubierto totalmente de una capa blanca, de aspecto sólido que formaba un cuerpo blanco compacto, que se confundía con la pista, totalmente cubierta de nieve solidificada.

(Continuará).

NOTAS.

  1. El cuento de Gabriel García Márquez SÓLO VINE A HABLAR POR TELÉFONO, propone una situación argumental que he tomado prestada, en la que una persona acaba, contra su voluntad, en un psiquiátrico donde su comportamiento es tomado como desquiciado, sólo por haber llegado al centro accidentalmente junto a otros pacientes.
  2. El meteorólogo John Coleman, fundador del Weather Channel (primer canal de 24 horas de información meteorológica de EEUU), habla de la falacia de autoridad que supone invocar el concepto de consenso científico. Puede verse a partir de 0:24 en https://odysee.com/@carlosantonio.plandemia:f/John-Coleman-No-Existe-El-Cambio-Clim%C3%A1tico-1(1):e
  3. Aunque ese vídeo promocional  descrito es real, este relato no se centra en ese periodista y en ese documento en concreto, sino que se ha tomado su mensaje, estilo y formato como ejemplo de la postura oficialista apoyada por los medios generalistas; en modo alguno se pretende satirizar aquí a esta persona en concreto ni al medio particular, sino a toda la postura de apoyo interesado al cambio climático en general y el calentamiento global en particular como ideología política y estrategia empresarial, que rechaza el escepticismo y cuestionamiento de sus pretensiones, y que elude su discusión en foros científicos, en igualdad de condiciones y con respeto a la opinión de expertos disidentes que en toda discusión científica debe siempre existir. https://youtu.be/8pBExjxC3zo?si=yhnSJLg1j4CHrLhe
  4. Noticia del 3 de diciembre de 2023. https://www.excelsior.com.mx/global/ironico-aviones-se-congelan-en-el-aeropuerto-de-munich-volarian-a-la-cumbre-del-clima-en
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