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La sociedad de la peste

Jesús Ausín
Jesús Ausín
Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.
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análisis

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Había amanecido una mañana fría, con un cielo azul eterno. Una mañana de cuarto menguante con una escarcha que parecía nieve. A falta de otros quehaceres, era una buena ocasión para deshacerse de uno de los dos brotes de encina que impedía el paso en el camino del monte, hacer leña y de paso, entrar en calor. Preparó la motosierra y cuando iba a subir todos los aperos, hachas incluidas, en el cajón del tractor, se dio cuenta de que no había gasolina. Así que, cogió la lata que en su día había contenido aceite para el cambio del motor de su vieja C15 y emprendió viaje en coche a la gasolinera. Estaba ya casi acabando de llenar los cinco litros que cabían, cuando entró en la gasolinera un coche de medioambiente de la Junta. Dentro un picoleto. Se bajó del coche con aire ceremonial y se fue directo hacia Minervino que estaba ya colgando la manguera. Tras un saludo seco de buenos días, el picoleto le dijo que le iba a multar por llevar gasolina en un recipiente no homologado. Minervino explicaba que llevaba cuarenta años yendo a buscar la gasolina del motosierra en latas de aceite y nunca había pasado nada. Pero el agente insistía en la multa y además, en que no podría llevarse la que ya estaba en el recipiente si no la pasaba una garrafa de plástico homologada. El de la gasolinera le dijo en un descuido del policía y en voz baja que no discutiera. Que se fuera sin la gasolina y volviera al rato, cuando se hubiera ido el guardia civil. Eso hizo. No si antes firmar 160 euros de sanción.

Días mas tarde, el mismo guardia se presentó en casa de Minervino. Traía otra sanción. Esta vez de 200 euros por cortar encinas que superaban el diámetro establecido por la legislación. Y dio igual la explicación del pobre paisano que aseguraba, como mandaba la ley, haber dejado una de las dos ramas. Si había cortado aquella era porque con su crecimiento, había estrechado el paso en el camino y apenas cabían ya los tractores. El guardia insistía en que debería haber cortado la más fina que crecía en dirección al monte y no la otra porque era más gorda. No hubo forma de hacer entender al picoleto que no se cortaba al tuntún, sino por una necesidad. Que la encina cortada impedía el paso de las cosechadoras y que no cortarla suponía tener que desmontar el peine de la máquina, pasar sin él y volver a montarlo un metro después. Un trabajo laborioso con pérdida de una hora innecesaria.

Semanas después, apareció en un claro del monte bajo, un gran tronco seco de sauce con sus raíces. Lo habían arrancado de cuajo y para esconder el cuerpo del delito, lo habían arrastrado hasta allí y tirado en mitad del carrascal. El guardia se dirigió inmediatamente a casa de Minervino. Este le dijo que no conocía de dónde había salido. Pero el picoleto insistía en que, o se lo decía o le multaba a él. Minervino ya echaba espuma por la boca. Estaba empezando a hartarse del cabrón del madero que la había tomado con él. Así que, muy enfadado le espetó que si había sido tan listo como para multar a Melquiades por talar dos chopos de un arrollo basándose en fotografías del SIGPAC, que hiciera lo mismo con el sauce. Pero el guardia civil que había nacido en Madrid y creía que ser ecologista es tener seis gatos y cinco perros en casa, no estaba dispuesto a dar su brazo a torcer. No aceptaba lecciones de un paleto. Él, había estudiado. Otros 200 euros de multa que le cayeron a Minervino.

Pero no solo la había tomado con Minervino. Hacía como cuatro años que la envasadora de gambas había dejado todo el residuo blanco resultante de la limpieza de la depuradora en un secarral. Cuatro años a la vista de todos en un camino comarcal sin que nadie de la Junta, dijera absolutamente nada. Mil euros, le costó la broma al pobre Perfecto, dueño de la finca, por no haber tapado los residuos. Y otros doscientos por haberlos extendido y arado, tras la primera multa, sin haber echado primero tierra encima.

Toda la comarca estaba en pie de guerra contra este picoleto que iba de salvador. Había multado desde por tirar herbicida y no dejar una distancia de un metro hacia el arroyo, como por llevar unas tijeras de podar vides en el maletero del coche. Y sin embargo, había negado su competencia cuando la Confederación, taló todos los chopos que cubrían la ribera del río y dejó todas las ramas tiradas dentro del cauce. O cuando la macrogranja de seiscientos cerdos, dejó escapar los orines de una balsa donde se almacenaron, alegando que había sido un accidente. O cuando una gran constructora había demolido una nave cuyo tejado era de uralita y había dejado los sacos con los trozos durante más de año y medio a la intemperie, en medio de un descampado en el que jugaban los chavales.

El otro día, el todoterreno del picoleto estaba parado en la cercanía del bar. Indalecio, el de Rubiales, perdió el control de su John Deere 9R540 y pasó por encima del coche justo cuando el picoleto volvía hacia el vehículo. «Un vahído que me ha dao» decía Indalecio, mientras una media sonrisa se le escapaba por la comisura de los labios.

Unos días después del suceso, ha llegado a la comarca un nuevo agente de medioambiente.

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La sociedad de la peste

Leo que, según un estudio realizado en doce ciudades, el agua que sale del grifo de Madrid es la que más microplásticos contiene. Otro titular se hace eco de que la sequía no sólo provoca escasez de agua, sino que, en algunas partes, sobre todo de Andalucía, el agua que sale del grifo es radiactiva y provoca cada vez más cortes de suministro porque ya no es apta para el consumo. Hace un par de meses, un protozoo de origen animal estaba dejando sin agua a más de 10.000 vecinos de la comarca del Moncayo. La investigación encargada por la fiscalía resultó que esta situación afecta a 21.000 vecinos y no a 10.000 y a población de varias comunidades autónomas. Concretamente a las provincias de Soria, Navarra y Zaragoza. Que el suceso no es puntual y que ya se han sancionado varias veces por contaminar el rio Queiles a varias empresas industriales, ganaderas y piscícolas.

Todas estas noticias tienen en común la acción humana. Los microplásticos fruto de la desintegración en millones de nanopartes de bolsas, envases y otros artículos que tienen una existencia de menos de un siglo, son fruto de nuestra inconsciencia, de nuestro afán por consumir y sobre todo de la nula capacidad para pensar que la naturaleza es de todos (incluidos los animales y las plantas) y como tal no debería ser el cubo de basura dónde verter nuestros residuos, que durante décadas fue lo habitual, y aún hoy sigue siendo algo que no parece preocuparle a la mayor parte de los ocho mil millones de seres humanos que depredamos en la tierra. Los microplásticos, una vez ingeridos, tardan dos horas en llegar al cerebro y pueden ser causantes de Parkinson o Alzheimer.

Leía el otro día que la empresa norteamericana Grupo Royal Caribbean acaba de fletar el crucero más grande del mundo, el Icon of the Seas, de 365 metros de longitud, con ocho “vecindarios” lleno de ambientes, como una cascada de casi 17 metros, seis toboganes y más de 40 restaurantes, bares y lugares de entretenimiento. Un barco que emite 108 kg de CO2 por persona y día (y puede transportar a 8000 personas) y óxido de azufre que es uno de los factores del cambio climático (Todos los cruceros del mundo emitieron tanto oxido de azufre en 2022 como 1.000.0000.000 de coches). Además, los cruceros son los causantes de la contaminación de plásticos y residuos de los océanos. Durante años han estado arrojando sus mierdas por la borda como si el mar fuera su vertedero particular.

El agua, empieza a ser ahora la preocupación de todos estos políticos de tres al cuarto que trabajan para las grandes corporaciones, grandes grupos de inversión que se comportan como mafias e hideputas varios, cuya única misión en la tierra es llenar sus cuentas corrientes de ceros digitales y vivir y consumir como verdaderas alimañas. El lujo y la tenencia de bienes a costa de empobrecer a cientos de millones de seres humanos son su único objetivo. Creen que el planeta es infinito y que los bienes tanto alimentarios, como los insumos que sirven para fabricar otras cosas son también inagotables. Y lo que es peor, les importa una mierda si para sacar cobalto, coltán, diamantes, uranio, carbón o cobre, los pobres viven en régimen de esclavitud. De igual forma, les importa un higo si para sacar mil toneladas de tomates de un invernadero hay cien personas de color negro trabajando a 45 grados bajo los plásticos y compartiendo colchón en chabolas de mala muerte junto con las ratas.

Se ha hablado mucho, a causa de las movilizaciones de agricultores franceses, sobre el problema del campo en la Unión y sobre su futuro. La propia patrona de la UE, la Alt trocken Ursula, esa que facilita con su dirección política la ruina económica de la Unión y la moral apoyando genocidios como el de Israel o guerras de poder del gran sheriff usaniano como Ucrania o Yemen, reducía el problema a una cuestión de dinero. Decía no entender el porqué de las protestas si los agricultores recibían todos los años una millonada de fondos a través de la PAC. Como suele suceder con este tipo de personas cuyo único objetivo en la vida es llegar política y económicamente a lo más alto de la cadena de mando, a ser el zurullo de la gran mierda, todo lo reducen a lo mismo: las pasta. Ni sabe, ni quiere saber, que los fondos de la PAC, al menos en lo que yo conozco de España (y conozco bastante) jamás se han utilizado para la mejora de las explotaciones sino para aumentar patrimonios y comprar maquinaria cada vez más grande que necesita más petróleo para su fabricación y más gasto energético para moverla. La PAC ha servido como arma mafiosa para el aumento exponencial de la venta de pesticidas, abonos y semillas. Todos en las mismas manos. Semillas tratadas que son de obligado uso (no pueden usar semillas no certificadas), cada vez más caras, que a su vez, necesitan de más productos químicos para su crecimiento y más pesticidas para evitar hongos y plagas. Los liberlerdos siempre hablan del comunismo como el peligroso sistema que interviene todo. Y sin embargo, en esta UE capitalista, cada vez más fascista y cuento chino durante años de libertad, toda la agricultura y la ganadería están intervenidas. En España, no hace mucho se arrancaron millones de Olivos y de vides porque había que cuadrar las cuotas concedidas. Hoy, están planificadas las hectáreas de barbecho, las que debes sembrar y lo que debes plantar. Se subvencionan semillas y hectáreas de nuevos cultivos en lugares dónde jamás se han dado. Y lo que pasa es que no se cosechan. Los agricultores lo siembran por la subvención y lo dejan morir en la tierra sin segar porque no tienen producción suficiente. Se subvencionan hectáreas de regadío allí dónde el agua es un bien escaso. Se permiten arrancar olivos y cambiarlos por cultivos de aguacates, kiwis o papayas. O por placas solares. No hay un control sobre los humedales. Sin embargo, todos los agricultores tienen que contratar a un gestor para poder llevar todo el papeleo burocrático que se les pide. No se permite cortar encinas o robles para el consumo a partir de un determinado tamaño, pero sí que, de lo que se corta, se deje todo el ramaje fino en los montes o desforestar cientos de hectáreas para campos de golf, polígonos industriales o espacios de viviendas residenciales. No se permite poner un tablón sobre un arroyo para que el paisano pueda pasar la motoazada a la huerta, pero sin cortar los chopos de las riberas y que se dejen las ramas dentro de los cauces o que alcaldes cantamañanas drenen los ríos como falsa solución contra las riadas.

Por último, y para finalizar, me llama mucho la atención que los agricultores, sobre todo españoles, pero también del resto de la unión, reclamen mejores precios pero jamás hayan hecho una huelga para que se acaben con los intermediarios y con las políticas agresivas de las grandes superficies que les ponen los precios. Jamás he visto que ASAJA u otras asociaciones de agricultores hayan dicho ni una sola palabra sobre los tratados de la UE con Marruecos, Nueva Zelanda o Chile. Acuerdos que son competencia para ellos. Acuerdos que tiran por tierra sus precios y cuyos productos no tienen que cumplir ninguna normativa pseudoecológica de pesticidas. ¿Cómo es posible que las judías verdes que vende Mercadona de procedencia marroquí, valgan ½ que las de Navarra? ¿Cómo es posible que el mismo litro de aceite de oliva virgen extra valga seis euros menos en Francia que en España? ¿Cómo es posible que un litro de leche que viaja desde las praderas neozelandesas valga ⅓ menos que la que se vende de producción asturiana?

Reivindicar ponerse a la altura de Marruecos en el uso de pesticidas, es como reivindicar que a tu vecino le dejen ciego en lugar de reclamar que a ti te permitan tener los dos ojos. Reivindicar más hectáreas de regadío es no entender nada de la situación en la que estamos. Reivindicar el ahorro de agua en el regadío es hacerse trampas al solitario. El único ahorro es no tenerlo. En un país como España en el que hemos pasado de lluvias anuales alrededor de los 800 litros por m² al año a escasos 300, no podemos exportar agua en forma de tomates, pimientos o aguacates. Y o entendemos eso o acabaremos pasándolo mal. En Cataluña y en Andalucía han empezado a sufrir restricciones. ¿Quiénes? ¿Los turistas? No. ¿Los Campos de Golf? ¿Los agricultores? Tampoco. La gente de a pie. En una comunidad como Catalunya dónde hay 7,9 millones de cochinos frente a los 7,6 millones de personas, dónde hay 856 macrogranjas, los primeros en sufrir que no se enciende la caldera por falta de presión son el pueblo llano.

Como siempre digo, quizá a usted, querido lector esto le parezca una chorrada más de un tipo quejica. Pero si apaga la puñetera TV, dejará de preocuparse por dislates como quién va a Eurovisión y empezará a ser consciente de lo que se cuece a su alrededor. Sucesos como que el océano Atlántico Norte ha empezado el mes de febrero de 2024 con una temperatura media de 20,4 º, 1,6 grados más que hace 28 años. Subida que nos están llevando hacia un precipicio de muerte y desolación, a la destrucción del ecosistema y a cambios en la tierra que acabará con nuestra sociedad humana.

Porque sólo nos queda movernos en el feminismo, la ecología y el decrecimiento. O la extinción.

Salud, república y más escuelas.

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