Ayuso firma la carta de despido de Feijóo

Hay mucha gente que se pregunta, sobre todo en los ámbitos de la izquierda, ¿cómo es posible que Isabel Díaz Ayuso haya arrasado en las zonas humildes y obreras de Madrid? ¿Qué ha sucedido para que una presidenta con un programa de gobierno basado en la defensa de los intereses de los más poderosos obtenga el apoyo de los afectados por sus políticas? Para entenderlo no hay más que leer o escuchar el discurso que pronunció ayer en el Senado.

Más allá de estar en acuerdo o en absoluto desacuerdo con lo afirmado por Ayuso, lo cierto es que, en la situación actual, las palabras eran las que mucha gente esperaba oír de una líder política nacional.

La presidenta madrileña lanzó toda su artillería contra Pedro Sánchez y su gobierno, no por cuestiones ideológicas, sino por elementos en los que, ahora mismo, la sociedad española está mayoritariamente unida, sobre todo en lo referido a la amnistía de los encausados por el procés catalán.

Ayuso ha comprendido perfectamente que, mientras la izquierda y el pedrismo más sectario se están embarcando en una pedagogía inútil de intentar explicar lo que la gran mayoría de la gente en España considera inaceptable, la mano dura contra la amnistía es la respuesta que la ciudadanía de todos los pelajes ideológicos espera.

La gran mayoría de la gente de Andalucía, Extremadura, Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha, Castilla y León, La Rioja, Aragón, Madrid, Asturias, Cantabria, Canarias, y de buena parte de Cataluña, País Vasco, Navarra, Baleares y Galicia, no entiende que la amnistía sea un precio justo para que Pedro Sánchez siga siendo presidente del Gobierno. Más bien al contrario, la ciudadanía piensa que es un precio inaceptable. Eso lo sabe Ayuso, como también sabe que ese frente hay que presentarlo a través de la dureza dialéctica.

«España ya no tolera más indignidad. Pedro Sánchez pretende hacer un mercadillo con el Estado de derecho, la separación de poderes, el respeto a la Corona y las Fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, el nombre de España en el mundo, la igualdad de todos ante la ley, nuestra dignidad y la verdad misma.  Sánchez subasta España y las instituciones a cambio de unos meses o unos años más de poltrona […] Pero no nos van a callar: vamos a decir claramente a los españoles lo que significa esta amnistía. Se ha dicho que, si esta felonía se consuma, habrá dos tipos de españoles; pero es mucho peor: si esta indignidad triunfa, pronto no habrá españoles […] ¿Cuánto dura una nación que se deja traicionar, que niega sus leyes, sus instituciones y a los que se jugaron la vida por ellas? ¿Cuánto tardarán los amnistiados en repetir su traición, y todos los que esperan agazapados para lanzarse a trocear España? ¿Qué será del puesto de España en el mundo, de su prosperidad, de los derechos de todos los españoles? Hoy recordamos dos frases de Julián Marías que fueron proféticas: padecemos la opresión de las mayorías a manos de las minorías; y no hay que intentar contentar a los que no se van a contentar […] ¿Qué será lo siguiente? La independencia, la imposición de un régimen totalitario que niegue sus derechos constitucionales a los catalanes que no sean de los suyos, la reclamación de lo que llaman los países catalanes, la exigencia de trozos de Aragón, Valencia, Baleares y el sur de Francia. Nunca pararán porque viven del agravio y la mentira».

Estos fragmentos del discurso de Isabel Díaz Ayuso en el Senado transmiten lo que millones de ciudadanos quieren escuchar contra la amnistía a los encausados de Cataluña. Independientemente de si Ayuso tiene razón o no, de si se incluyen expresiones más propias de la extrema derecha que de una lideresa de un partido de la derecha democrática, de si se está de acuerdo o en desacuerdo con ella, la realidad es que ese tipo de discurso cala mucho más de lo que se puede pensar en la planta noble de Génova 13 o en los partidos de izquierda.

La gente, el votante no afiliado a ningún partido, no comprende la amnistía, por más que tanto PSOE como Sumar hablen de que es el único camino para arreglar el conflicto con Cataluña. La ciudadanía de a pie no entiende de la plurinacionalidad del Estado ni de que a los que provocaron los distintos disturbios en Barcelona o realizaron sabotajes en carreteras y trenes la broma les salga gratis. No hay pedagogía posible para hacer entender matices que sólo se entienden desde la teorización política.

Ayuso, desde su trumpismo, ha apelado al sentimiento de pertenencia a una patria y ese es un argumento con una fortaleza tremenda, un argumento que está por encima de las ideologías políticas.

La gente no entiende estas cosas sino que no se les puede dar una ley de punto final a quienes cometieron delitos que se salen de la categorización de intencionalidad política. Y eso, Ayuso, lo sabe. A esto hay que sumar que en España ya hay implantada una justicia de doble rasero para los poderosos que pueden, entre otras cosas, abusar de su influencia para comprar su impunidad. Si ya no son sólo los jueces los que apliquen la doble vara de medir…, eso la gente no lo va a admitir ni a aceptar.

Pero, sobre todo, el discurso de la presidenta de la Comunidad de Madrid estaba dirigido al propio Partido Popular, tanto a los dirigentes como a las bases. Un destructivo torpedo a la línea de flotación de Alberto Núñez Feijóo.

En el Antiguo Salón de Sesiones del Senado, el lugar en el que durante el franquismo se celebraban los plenos del Movimiento Nacional, estaban presentes Juan Manuel Moreno Bonilla, María Guardiola, Alfonso Fernández Mañueco, Fernando López Miras, Alfonso Rueda, Carlos Mazón, Jorge Azcón y Gonzalo Capellán. El discurso de Ayuso ha eclipsado los suyos a pesar de que el argumentario era prácticamente el mismo.

Desde el mismo día de las elecciones, tras conocerse los resultados del recuento y saberse que Feijóo no iba a gobernar, muchos líderes afirmaron «extraoficialmente» que «esto, con Ayuso, no hubiera pasado». Mientras el político gallego acumulaba errores políticos de enorme calado, la presidenta madrileña, o se mantuvo al margen, o lanzaba todo su arsenal contra Sánchez. Eso es capital.  

A día de hoy la amnistía no es algo oficial. El PSOE sigue negociando pero no está claro que obtenga los apoyos suficientes porque, incluso, no cuenta ni con los votos de quien, teóricamente, sería su socio para formar una coalición de gobierno. Por otro lado, los independentistas, cada día que pasa, van subiendo el precio y ya se han superado suficientes líneas rojas que Sánchez no puede ni siquiera pisar, por mucha pedagogía que quiera aplicar, puesto que estaría incumpliendo las leyes.

Por esa razón, en el Partido Popular se están ya tomando posiciones de cara a una repetición electoral en la que la mejor posicionada para liderar el cartel es Isabel Díaz Ayuso porque, en su discurso de hoy, ha firmado la carta de despido de Alberto Núñez Feijóo.