jueves, 16mayo, 2024
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Manuel F. García
Manuel F. García
Manuel F. García es activista sociocultural. Colabora como voluntario en varias asociaciones de actividades sociales, culturales y deportivas adaptadas a personas con diversidad funcional. Ha participado en proyectos educativos como alfabetización de adultos, formación profesional y ocupacional.
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análisis

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A veces, mi hermana me vuelve a recordar una deliciosa anécdota vivida con una de nuestras sobrinas, cuando era tan pequeña que hablaba con esa tierna e inocente manera con que los niños se expresan cuando todavía no manejan las palabras con propiedad. Nati intentaba explicarle, fascinada, la impresión que le había producido haber visto «muchas ovejas»; iba detallando, a su manera, la cantidad enorme de esos animales que había visto… hasta que precisó que «las ovejas volaban, y se metían en las flores».

Su tía, divertida, empezó a preguntarle si se trataba «de esas ovejas que tienen lana y son grandes» o «de esas ‘ovejas’ que tienen alas y son pequeñitas»… y ahí, Nati contestó: «esas, esas». Las leyes de la naturaleza volvían a estar en orden, y mi sobrina nos dejó a sus tíos uno de esos recuerdos entrañables que ya siempre se queda en el pensamiento mientras vivas.

Y ahora, después de tantos años, este recuerdo me sirve de inspiración para jugar traviesamente con la semántica y la fonética, e hilar así una historia surrealista, tragicómica, como la vida y la muerte mismas.

Como símbolo, la oveja es un animal atávico en nuestra cultura; representa la condición manipulable y la sumisión absoluta, hasta el punto de representarlas como animales capaces de despeñarse por un barranco o meterse en la trayectoria del paso de un tren por seguir al rebaño, supeditando el instinto de protección al de dependencia a la inercia del clan. Significativamente, las ovejas han sido modificadas en su etiología por selección artificial, para ser fácilmente manejadas por el pastor que las conduce al matadero.

A la oveja, en la biblia se la describe como una criatura mansa y obediente, que representa el sacrificio («como el cordero que es llevado al matadero» -Isaías 53:7-), sirviendo de símbolo de alienación y despersonalización de los seres humanos incapaces de cuidarse por sí mismos, llegando al punto de tener como pastor a su idolatrado Dios creador («el Señor es mi pastor; nada me falta.» -Salmo 22-). Tal es la fuerza que este significado sacrificial ha dejado en nuestra cultura, que nuestro lenguaje ya ha incorporado expresiones que aluden a esta figura para describir matanzas y masacres, o bien represión y coacción (la palabra «holocausto» describía originariamente la ofrenda ritual de un carnero; «Melilla es un matadero donde van los españoles a morir como corderos» es parte de la letra de una canción que describía el desastre militar del Barranco del Lobo, en 1909).

«Estar aborregado» define el proceso de embobamiento, de pérdida de la voluntad y de la dignidad; cuando la sociedad humana pasa de llamarse «grupo» a llamarse «rebaño» -como con el falso mito de la «inmunidad de rebaño», o la «inteligencia de rebaño»-, es cuando se acentúan connotaciones de «masa amorfa» en la que sus componentes, dominados por el miedo a un depredador, «huyen hacia el interior del grupo», confiando en no resultar escogidos como presa, y con la esperanza que le toque a otro. En nuestra historia reciente, no fue sino a partir del asentamiento del pensamiento ilustrado, y el dominio de la razón por encima de las creencias mágicas típicas de comunidades religiosas,  que nos pudimos alejar por fin de un modelo de pensamiento humano que constreñía la libertad individual y el libre desarrollo de la plena personalidad.

Las abejas evolucionaron de las avispas hace cien millones de años. Llevan en el mundo, por tanto, quinientas veces el tiempo que el homo sapiens, y probablemente sean quinientas veces más sabias que nosotros, que seguimos creyendo que «el hombre es el rey de la creación», cuando por cada humano del planeta hay 1.400 millones de insectos, y el animal que más seres humanos mata en el mundo es el mosquito (725.000 humanos al año).

Las abejas pasaron de ser carnívoras agresivas, a ser vegetarianas, navegantes, matemáticas, expertas en danza, cálculo del tiempo, orientación y astronomía (valiéndose de la posición del sol y el manejo de la danza, vibran en cadencia y con la coreografía inteligente precisa para crear un lenguaje matemático y científico para comunicar ubicaciones -dirección y distancia- de campos de flores).
Toman decisiones tan importantes -como el traslado de toda la colmena-, mediante asambleas democráticas, donde las abejas exploradoras comunican con su complejo lenguaje sus propuestas de emplazamiento, debatiendo con honradez, puesto que no se pueden arriesgar a causar un perjuicio común; consiguen un consenso total y pacífico, en un perfeccionado sistema político totalmente solidario. Incluso hay indicios científicos que apuntan a que las abejas desarrollan ideales de bienestar individual  que son capaces de armonizar con el bienestar colectivo. Son una especie totalmente integrada en el medio natural, hasta el punto de ser consideradas el animal más importante del planeta, dado su papel fundamental en la polinización y reforestación, en esta era en la que las plantas subsisten con un porcentaje mínimo de CO2 en la atmósfera (0,04%), ante la amenaza de las élites políticas de reducir aún más la producción de este gas imprescindible para la vida.

La miel que elaboran las abejas es un súper alimento que no caduca ni se estropea con el tiempo, de gran poder nutritivo, con propiedades medicinales (antiinflamatoria, antioxidante, antibiótica, antitusiva, cicatrizante, antiquemaduras, antialérgica, metabolizante del alcohol…).

La técnica del vuelo de las abejas fue un misterio durante mucho tiempo; sus alas desafían las leyes de la aerodinámica,  ya que son demasiado pequeñas en relación a su cuerpo para poder volar, pero al ser flexibles, lo consiguen haciéndolas «pulsar» 250 veces por segundo hacia atrás y hacia adelante.

Algunas abejas a pesar de ser más débiles, y mucho más pacíficas que un tipo de avispas más agresivas y cinco veces más grandes, supieron evolucionar para defenderse de sus ataques invasivos a sus colmenas. Dado que su aguijón es prácticamente ineficaz como arma depredadora (ya que se atrofió progresivamente al evolucionar hacia un arma para defensa colectiva de la colmena, como animales recolectores en que se convirtieron),  aprendieron a concentrar su fuerza en la estrategia de la unión solidaria grupal, hasta saber combatir amontonándose muchas abejas sobre la avispa exploradora que descubre su colmena, y haciendo vibrar su abdomen para incrementar la temperatura hasta los 47° de calor, consiguen sofocar al depredador invasor, que no resiste ese calor. Así evitan que la avispa exploradora comunique a su enjambre la existencia de la colmena.

Simbolizan la superación de dificultades, la fuerza de trabajo cooperativo, la prosperidad y el progreso, así como la capacidad de armonizar con las plantas y la naturaleza de forma pacífica. Pero también la valentía y el arrojo a la hora de defenderse de enemigos más agresivos y poderosos. Sin embargo no aparece en los sistemas arquetípicos del zodiaco occidental ni oriental.

Desde que el hombre desarrolló la cultura como forma de constituirse en sociedad, ha tratado de comprender la personalidad humana; desde los primeros cuadros arquetípicos de caracteres reflejados sobre animales (zodíaco) al desarrollo moderno de la psicología, la antropología y la sociología. El ser humano, por muy «individuo cultural civilizado» que se pretenda, sigue siendo un animal (pertenecemos a la especie sapiens, al género homo, a la familia de los homínidos, al orden de los primates, a la clase de los mamíferos,  al subfilo de los vertebrados, al filo de los cordados -dotados de columna vertebral-, y al reino animal); no es de extrañar que nos veamos reflejados tanto en nuestra conducta y personalidad como en determinados aspectos de nuestra sociedad, con nuestros convecinos taxonómicos del reino biológico.

Y de la misma manera que en diferentes especies animales se han desarrollado diversas estrategias evolutivas de supervivencia, -desde la competitividad más salvaje y violenta, a la cooperación más pacífica y solidaria-, en el caso de las sociedades humanas parece ser que estas dos estrategias se entrelazan de forma dramática, configurando la historia de la humanidad como una rueda de noria ancestral, donde se dan continuamente múltiples ciclos de exterminio, invasión y conquista, con otros tantos de cooperación, entendimiento y progreso social. El relato oficial que se nos ofrece desde la escuela hasta los documentales de historia, es que la civilización humana progresa siempre positivamente hacia un estado cada vez mayor de bienestar. Sin embargo, en cuanto uno pierde  la candidez con los años, y decide apagar la tele y abrir la ventana que da a la calle donde vive, y recuerda la cruda realidad narrada por sus abuelos (y los recuerdos que éstos conservaban de sus propios abuelos), se da cuenta de que la vida en sociedad (tanto en un pequeño pueblo o aldea como en una ciudad, un país o un continente), está basada en un conflicto permanente entre quienes optan por la cooperación para el bien común y quienes ven a ese colectivo bienintencionado como «los más débiles de la base de la pirámide competitiva» e interpretan la buena fe como estupidez y sumisión.

Michel Onfray decía, en DECADENCIA: VIDA Y MUERTE DE OCCIDENTE: «Ninguna civilización se construyó nunca con santos y pacifistas, con no-violentos y virtuosos, con gentilhombres corteses. Quienes sientan bases de una civilización siempre son forajidos, bandidos y brutos, asesinos despiadados y aniquiladores experimentados, torturadores y sádicos».

Tanto la primera como la segunda guerra mundial se promovieron desde despachos de banqueros occidentales, así como la revolución rusa. Rusia, India y China han sido históricamente invadidas (en su totalidad o en parte), y sus territorios sustraídos han sido «occidentalizados»; el mapa político de África muestra fronteras trazadas con regla y tiralíneas sobre el papel; Palestina es hoy un territorio ocupado por un estado artificialmente creado y encastado allí en 1948 y que no ha dejado de ocupar territorios de la tierra donde oficialmente «fueron acogidos» (sin que lo decidieran los propios palestinos, sino élites de poder occidentales).

Las piezas del puzle de la historia siempre acaban encajando mejor cuando podemos colocarlas desde la perspectiva de que, quienes controlan el devenir de los territorios son siempre los depredadores que se colocaron hace mil años en la cúspide del poder vertical; señores feudales cuya estirpe no ha abandonado nunca la poltrona de dominio (sólo que sus descendientes cambiaron el trono, la corona y el oropel por despachos y trajes de etiqueta).

A los ciudadanos de a pie nos pasa con los hechos de gran calado geopolítico como a los transeúntes que pasan bajo un balcón y notan que les caen gotas de algún líquido encima: confían en que sea agua, pero después resulta que el líquido arrojado encima no tiene nada que ver con el agua, ni por el color, ni por el olor ni por la mancha que ha acabado arruinando la ropa… el transeúnte no sabe ni de qué piso le ha caído eso, ni quién es (o quiénes son) los que se lo han dejado caer, y por qué le ha tocado precisamente a él pagar las consecuencias de una decisión tomada por no se sabe quién ni desde dónde ni a causa de qué.

El tinglado pandémico ha supuesto, sin duda alguna, la maniobra geoestratégica de mayor envergadura de los últimos tiempos (por no decir de todos los tiempos). Aquellos transeúntes que no se creyeron que llovía cuando en realidad les estaban meando encima, no tuvieron más que echar mano de piezas informativas tan conocidas como la noticia de la falsa gripe A, que fue una pandemia organizada por la OMS (una corporación privada ejerciendo de institución oficial mundial), para entender que aquello no fue más que un ensayo de lo que luego se implementó a mucha mayor escala1.

Entender cómo la estructura social en la que vivimos es sólo un decorado de plató de TV a lo Show de Truman, empieza a cobrar sentido si repasamos la historia y nos damos cuenta cómo entidades que deberían funcionar por y para los ciudadanos, como los grandes sindicatos de trabajadores, llevan ya muchos años realizando justamente la tarea contraria; son organizaciones colaboracionistas que han desconectado del colectivo ciudadano para el que deberían trabajar y se encargan de impedir que los verdaderos cambios que deberían producirse en la relación del patrono con los obreros, se produzcan2.

Que cada vez nos estamos viendo más sometidos a acatar decisiones contrarias no sólo a nuestra voluntad y sentido común, sino que nos llegan desde ámbitos de decisión que nada tienen que ver con responsables y mandatarios elegidos por nosotros, ya es de una evidencia tan palpable que para comprobarlo basta con ver cómo las normas y leyes que acatamos tienen cada vez más de ideología política que de necesidades reales de la población (mandatos arbitrarios de mascarillas carentes de respaldo legal, normativas “metafísicas” de reconocimiento de género fluido3, contenidos escolares que van cambiando hechos y evidencias científicas por pseudociencia, promovida políticamente –como la supuesta emergencia climática, y esa extraña escasez de agua que los registros pluviométricos desmienten y que no han detectado en 60 años4-).

Es la evidencia de la existencia de un mandato político que se está imponiendo de forma generalizada, global, en cuya implementación los líderes políticos están haciendo de meros transmisores obedientes de consignas diseñadas para beneficio de fondos de inversión, grandes corporaciones (eléctricas, farmacéuticas y armamentísticas), que, a través de la denominada AGENDA 20305, llevan unos años dando soluciones ficticias a problemas creados por ellos mismos (como el inquietante caso del evento 201, que literalmente fue una profecía autocumplida)6

En la larga historia de los conflictos sociales, pocas, muy pocas veces la ciudadanía ha sabido reaccionar a tiempo y plantarle cara al poderoso teatro de marionetas de las élites –manejando desde muy arriba los hilos institucionales-, que sabe disfrazarse muy bien de “servicio al pueblo” cuando en realidad funcionan para “servirse del pueblo”.

Un conflicto que se inició este verano en toda Europa es el de las protestas de agricultores, ganaderos y transportistas, que se han acabado extendiendo hasta llegar a España; las medidas de obligado cumplimiento que se han impuesto desde Bruselas, que empobrecen y precarizan a ese sector primario, sumado a una gestión del agua que va en el mismo sentido perjudicial para el citado sector, ha acabado por hacer estallar una auténtica revuelta, camino de convertirse en revolución obrera7.

Los agricultores, sobre todo, se han percatado que aquí se está llevando a cabo algo mucho más profundo que una simple normativa reguladora más; hay todo un cambio de método y estructura cuya ejecución conllevará la destrucción virtual de la agricultura tal como la conocemos ahora, con el riesgo de provocar una carencia de alimentos y un desmantelamiento de todo un sistema y una filosofía de trabajo, que implica que los labradores puedan trabajar en consonancia con los recursos y fenómenos naturales: la gestión del agua y la climatología, principalmente8.

Y no puede ser casual su destrucción y reconfiguración, ya que sigue el guión de la Agenda 2030, igual que la implantación de aquella falsa emergencia sanitaria seguía, como en una mala película de catástrofes, el guión del evento 201.

El movimiento espontáneo surgido del colectivo de agricultores, -completamente al margen de partidos políticos o sindicatos oficialistas-, nos recuerda que somos capaces de impulsar acciones conjuntas de respuesta, como ocurrió con aquel movimiento del 15-M; como ocurrió en otros momentos del pasado: la gran huelga obrera de Chicago en 1886, o la posterior de Barcelona en 1919, que consiguieron la regulación de las condiciones de trabajo mínimamente decentes con la jornada laboral de ocho horas, como punto de partida de una equiparación de la clase trabajadora en función de la riqueza que genera para el sostenimiento de toda la sociedad (es decir, el poder pasar por fin de la esclavitud a una vida digna).

Es seguro que las élites querrán tomar el control de cualquier movimiento ciudadano, y es ahí donde hemos de tomar un posicionamiento previo, habida cuenta de todo lo que nos jugamos (el regreso a la servidumbre feudal bajo el mantra hipnótico “no tendrás nada y serás feliz”).
Si nos vemos a nosotros mismos como ovejas del rebaño, las élites mandarán a sus perros pastores, y no tardaremos en meternos, autoconvencidos, en “corrales de quince minutos”; pero si nos vemos como abejas, entonces no debemos temer porque manden a sus avispas exploradoras; será cuestión de tomar conciencia de que hemos de organizarnos y afrontar el conflicto.

Hemos de decidir, aquí y ahora, cómo queremos actuar.

Porque ya nos están obligando a decidir.





NOTAS:

1. Iñaki Gabilondo resumió de forma magistral el alcance de aquella maniobra que se ejecutó a nivel mundial con total impunidad: https://youtu.be/B1zmh4adcXs?si=M3uLW5yKnNh96Kv9

2. En este sentido, César Vidal dedicó, en su canal de Telegram, un editorial donde sintetizó de forma excelente la historia de la degradación de las organizaciones sindicales mayoritarias en el mundo y en España desde su creación: https://t.me/esCesarVidal/3330

3. https://www.elnacional.cat/es/opinion/mujer-no-sentimiento-deseo-beatriz-talegon_977808_102.html

4. Fernando del Pino Calvo-Sotelo ofrece análisis muy bien documentados en diferentes áreas temáticas de su web personal:
Sobre salud y Covid: https://www.fpcs.es/categoria/salud/
Sobre emergencia climática y falsa sequía: https://www.fpcs.es/categoria/cambio-climatico/

5. Merece la pena dedicar tiempo para documentarse sobre este gran plan que se pretende implantar sin haber sido votado, y que comporta, en último término, la cesión de la soberanía de todos los países a un gobierno/consorcio financiero supranacional global.

En el canal de Telegram del colectivo de juristas LIBERUM:
https://t.me/liberumasociscion/1336
https://t.me/liberumasociscion/1418

En el canal de Telegran de César Vidal:
https://t.me/esCesarVidal/3382
https://t.me/esCesarVidal/3162

6. Ya en marzo de 2020 Bea Talegón informaba sobre el simulacro «evento 201», explicando su importancia, por constituir una auténtica “receta” que se ejecutaría sólo dos meses después. https://diario16plus.com/el-simulacro-evento-201-y-las-recomendaciones-que-daban-los-expertos-en-octubre-de-2019-ante-una-pandemia-global/

7. Para entender los orígenes y las importantes implicaciones de esta revuelta social, resulta de imprescindible visionado el vídeo de Bea Talegón, de su programa informativo EL REPASO, del día 26 de enero, en el que nos pone en el contexto del conflicto del campo a escala internacional, y de las consecuencias que puede llegar a implicar (a partir del minuto 34:35). https://beatalegon.tv/video/el-repaso-del-viernes-26-de-enero/

8. El programa de Bea Talegón y Carlos Sánchez GRUPO DE CONTROL del 9 de febrero entrevistó al portavoz del Movimiento Rural Español, Manuel Tinoco, quien, de forma brillante y muy clarificadora, explicó la envergadura del problema del campo español y la importancia de las movilizaciones de los agricultores europeos. https://beatalegon.tv/video/grupo-de-control-entrevista-a-manuel-tinoco-portavoz-de-movimiento-rural-espanol/

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