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“Es muy difícil narrar la intimidad sin ser honesta”

Violeta Gil asume un potente yo narrativo en ‘Llego con tres heridas’ para indagar en la influencia que tuvo en su trayectoria vital la desaparición prematura de su padre

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análisis

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El inmortal verso de Miguel Hernández sirve a Violeta Gil (Hoyuelos, Segovia, 1983) para presentar una historia, la suya, cargada de vida, muerte y amor. Con un yo narrativo visceral y sin dobleces, que no oculta desde un primer momento el afán testimonial del libro, la narradora eleva la figura del padre, desaparecido de forma prematura y al que nunca llegó a conocer, como eje central de una historia repleta de oquedales que va desvelando progresivamente con una sensibilidad admirable, a la vez que le sirve para recorrer toda una época, la del pasado reciente de este país, con las vivencias de tres generaciones de su familia.

¿Qué chispa le motivó para coger prestado el famoso verso de Miguel Hernández para titular su primera novela?

Desde hacía años tenía esos versos en la cabeza, así como las versiones musicadas de Joan Manuel Serrat y Joan Baez. Me parecen sencillos, hermosos y muy exactos. La sencillez es muy difícil de alcanzar, y pensaba que me habría gustado escribir algo así. Quería hacer una pieza escénica para hablar de una historia familiar en relación con eventos de la historia reciente de nuestro país, pero la idea de la novela acabó colándose y quedándose con el título. De muchas maneras el breve poema de Miguel Hernández se relaciona con el corazón del proyecto, con lo que siento que está en el centro de la vida, y también de la creación.

Se presenta en el siempre complicado mundo de la literatura con tres heridas y un libro testimonial donde el yo narrativo también es protagonista indiscutible de su primera novela sin dobleces ni ambigüedades. ¿Miedo, incertidumbre, valentía…?

Esta novela parte de una necesidad muy clara, a la que he esperado años en atender. Siempre he trabajado comenzando en lugares que conozco de uno u otro modo, transitando hacia lugares que me son desconocidos. Me hago preguntas sobre las que aún no tengo una respuesta, de modo que algunas de esas posibles respuestas que busco puedan aparecer en el proceso de escritura, y también cuando por fin ocurre el contacto con el otro, con quien lee. Para mí, tanto en este debut como en mi trabajo escénico, el acto comunicativo es lo más importante. Quizá haya valentía en el acto de escritura de este libro, creo que es posible, aunque me cuesta verlo así desde dentro, lo que sobre todo hay es necesidad y deseo.

Domina el universo de las artes escénicas y también ha hecho sus pinitos en la poesía. ¿Qué espera ahora de la narrativa?

Hay algo muy atractivo para mí que tiene que ver con pasar tiempo a solas investigando, leyendo, pensando en las posibilidades del lenguaje, escribiendo y dejando espacio para una imaginación que no necesita después ser encarnada (como pasa en las escénicas) y que puede irse bien lejos. Es cierto que el hecho escénico sigue siendo central para mí, no solo porque lo conozco mejor, sino por la posibilidad de colaborar con otras personas, y por la potencia que tiene la experiencia colectiva en directo en un mundo que nos lleva cada vez más a la experiencia individual y encerrada en casa. Pero al mismo tiempo agradezco mucho lo que me está brindando la literatura en el terreno de la creación y el pensamiento; espero poder seguir dedicando tiempo a la narrativa y a la poesía como trabajos que son más solitarios e íntimos y que no requieren de grandes estructuras y de mucha otra gente para ser llevados a cabo, que puedo explorar poniendo en juego las herramientas que conozco pero también encontrando otras que son nuevas para mí.

¿Tiene algún poder sanador la literatura?

Creo que todo tipo de creación tiene relación con lo humano, y que por tanto, tiene posibilidades de abrir perspectivas, de ofrecernos miradas diversas y de hablarnos de temas a los que quizá nos cuesta enfrentarnos. Eso, en ocasiones, significa que lo artístico tiene la capacidad de aliviar ciertas dolores, incomprensiones, tensiones… Ver o leer acerca de cosas que nos han ocurrido a las que no hemos podido poner nombre, por ejemplo, puede ser muy importante a la hora de enfrentarnos a aspectos de nuestra propia vida. Yo he sentido a menudo yendo al cine, o leyendo un libro, que algo se aliviaba dentro de mí al poder ver un tema tratado desde una perspectiva diferente a la mía, con otra mirada.

“Quizá haya valentía en el acto de escritura de este libro, creo que es posible, aunque me cuesta verlo así desde dentro, lo que sobre todo hay es necesidad y deseo”

Desde un primer momento, parece que escribe este Llego con tres heridas con ese claro objetivo terapéutico…

Hablar de lo terapéutico me parece muy complejo, y no es mi motor a la hora de crear. Tampoco creo que me haya enfrentado a la escritura de este libro con un objetivo tan específico en mente. El proceso de creación ha tenido más que ver con una necesidad de comprensión del mundo que habito, de mi historia particular, sí, pero de cómo esta está absolutamente atravesada por la Historia de nuestro país, y cómo encontrar los lugares de roce entre una y otra me ofrecen la posibilidad de entender ambas de otra manera. También con revelar secretos, con hablar de cosas que normalmente se ocultan, se desechan o se entierran sin dar posibilidades de discusión. Y sin duda he tomado este libro como la oportunidad de hablar de temas de los que no había podido hacerlo antes en otro formato.

Desnudarse literalmente a través de las páginas de un libro, ¿hasta qué punto sobreexpone al escritor ante el lector?

He leído muchas veces textos que producen la sensación en quien lee de estar siendo testigo de una gran exposición por parte de quien escribe, que no se desnuda de manera literal, claro, porque entonces estaríamos hablando de otra cosa, pero que expone temas generando una gran intimidad, relatando al detalle experiencias o pensamientos muy personales. Y creo que es relativamente sencillo detectar cuando es necesario y cuando no. Aunque obviamente es una cuestión opinable.

¿Narrar la intimidad tiene algo de impúdico?

Creo que es muy difícil narrar la intimidad sin ser honesta. Yo soy una persona más bien pudorosa.

Una ausencia siempre presente sobrevuela toda la novela: la de su padre. ¿Qué significó su huella en la narradora, su ausencia, su final?

Creo precisamente que el libro habla en gran parte de esto, de las huellas que dejan los que no están, de cómo poder rastrearlas, o dejar de hacerlo en un momento dado, de cómo nos marcan, y cómo podemos relacionarnos con ese rastro.

¿Cómo llega una escritora a conocerse mejor a sí misma: sentada en el diván con un terapeuta o escribiendo una novela?

No lo sé.

El cruce de tres generaciones familiares que recrea en su libro, al mismo tiempo también le sirve para retratar la evolución de la sociedad de este país en las últimas décadas. ¿Qué tuvieron nuestros padres y abuelos que nosotros no tengamos ni podamos aspirar a tener, y probablemente tampoco nuestros hijos?

Por un lado tuvieron vidas marcadas por un tipo de represión que mi generación no conoce como tal, y que espero que la de nuestros hijos tampoco conocerá. La carestía que sufrió la generación de mis abuelos tampoco la he conocido nunca. Creo que ellos tuvieron una vida con más silencio, para lo bueno y para lo malo, menos inundada de imágenes, de ruido, de información. Y quizá tuvieron la oportunidad de ser más inocentes, de ver y probar cosas por primera vez. Ellos vivieron un país en ruinas y un país que empezaba a reconstruirse, con lo doloroso y lo energizante que puede llegar a ser ese momento en el que uno siente que todo es posible.

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