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Galicia confirma la realidad de la España plural y nacionalista

La sociedad prefiere, por los datos que nos ofrecen estas elecciones, los discursos más claros: y sobre todo, atención, aquellos discursos y proyectos que apuestan por poner en valor a la tierra

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análisis

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El Partido Popular sale airoso en Galicia. Mantiene su feudo y sin duda, supone un empujón a nivel nacional para el gallego Feijoo. Aunque haya perdido dos escaños, nadie discute su victoria y tiene escaños suficientes para gobernar en solitario. Continúa el gobierno del PP, que mantiene desde hace 15 años.

El BNG ha sido la otra formación triunfadora en estos comicios. Seis escaños más que en los últimos comicios demuestran que la sociedad gallega comienza a apostar sin miedo por el nacionalismo gallego de izquierda. Es, históricamente, el mejor resultado de la formación desde el año 1997.

La izquierda no nacionalista, que lidera a nivel estatal, el PSOE, Sumar y Podemos se han caído de bruces. El PSG también obtiene resultados históricos, pero por ser los peores, habiendo perdido cinco diputados desde las últimas elecciones de 2020. Aunque el mayor batacazo se lo han llevado Sumar y Podemos. Se quedan sin escaños los de Yolanda Díaz en A Coruña y en Pontevedra y quedan incluso por detrás de Vox. Y los de Belarra quedan por detrás del PACMA (obteniendo poco más de tres mil votos).

Democracia Ourensana entrará en el parlamento, demostrando que la estrategia territorial, da frutos. Tendrá un escaño, pero seguro que lo aprovechan al máximo.

Será el parlamento gallego el único en el que Vox no tenga representación.

¿Qué lecciones se pueden aprender de estos resultados?

En primer lugar, que la izquierda no nacionalista se desangra. Y habría muchos análisis que plantear al respecto. El PSdeG no consigue la confianza de la sociedad gallega, y muy posiblemente, siga a la deriva si no aprende a ubicarse en el ámbito soberanista, pues los cambios a nivel estatal del PSOE podrían haberle pillado con el paso cambiado.

Lo de Sumar y Podemos es más de lo mismo que viene sucediendo: están desmoronándose tan rápido como llegaron al poder. Luchas intestinas, exceso de egos, falta de un discurso claro, y la incomprensión del electorado ante la decisión de presentarse por separado.

El CIS vaticinaba que la izquierda tendría 10 puntos más que la derecha. Y en esta ocasión, el error es de bulto.

La victoria del PP era predecible, pues está consolidado desde hace 15 años al frente de la Xunta y cada vez más, ha obtenido un respaldo mayoritario que en estas elecciones se ha vuelto a imponer, con la quinta mayoría absoluta. Un PP, el gallego, del que han salido el líder actual a nivel estatal, Feijoo, y el último presidente del gobierno que tuvieron, Rajoy. Es una plaza, la gallega, con un innegable peso para la formación con sede en la Calle Génova. Cabría señalar, además, que el PP gallego tiene un marcado sentimiento nacionalista gallego, un punto diferencial respecto al PP centralista, algo que no reconocerán desde Génova abiertamente.

Se abre, pues, la espita de los nacionalismos en esta foto electoral: el de la derecha y el de la izquierda.

El impacto a nivel estatal que tendrán los resultados de estos comicios está por ver, y comenzará a surtir efecto esta misma noche.

Para la considerada izquierda, posiblemente, sea un tupido velo que haya que correr, puesto que estando ubicados en los mandos del Estado, se tratará de minimizar la debacle. Seguirán sin querer escuchar, sin mirarse al espejo, por mucho que Marta Lois reconozca, como ha hecho, el batacazo sin ambages que han tenido. Pero ni con esas reaccionarán, porque ya van en caída libre desde hace tiempo, y lejos de haber reaccionado abriéndose, sumando (sic) y curando las heridas, han hecho todo lo contrario.

La sociedad prefiere, por los datos que nos ofrecen estas elecciones, los discursos más claros: y sobre todo, atención, aquellos discursos y proyectos que apuestan por poner en valor a la tierra. Regionalismo, nacionalismo, y puesta en valor de la heterogeneidad territorial. El triunfo del PP gallego y del BNG lo evidencian. El descalabro de los demás, también.

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