El nuevo brote bélico del conflicto eterno entre Palestina e Israel, vuelve a mostrar la doble vara de medir que los gobiernos y los medios de comunicación occidentales utilizan para definir la actuación de unos y otros. Las acciones de los palestinos siempre son tildadas de terrorismo y, sin embargo, el bloqueo y asfixia económica y el castigo a la población <<manu militari>> desarrolladas por el gobierno israelí —a veces sin recibir un ataque— son una réplica justa por el estado de guerra permanente en el que viven. ¡De aurora boreal!
Ningún medio recuenta nunca el número de palestinos, jóvenes en su mayoría, muertos en controles fronterizos o por la entrada en barrios de Gaza en razias de castigo, por un ataque a pedradas a una patrulla. Ningún medio informa del impacto que tiene sobre la población el asedio al que Gaza está sometida desde 2007 que limita sus movimientos y la entrada de alimentos y ayuda humanitaria que condena a sus ciudadanos a no tener ningún futuro. Ni tampoco hacen recuento del territorio palestino que se viene ocupando desde hace décadas con los asentamientos —ilegales— de radicales sionistas con el respaldo implícito del Gobierno de Israel. E informa a cuenta gotas de la deriva autoritaria de los sucesivos gobiernos de Netanyaju, que ahora pretende recortar el poder judicial y que ha movilizado a una parte sustancial de la población y ejército israelí.
Doble vara de medir a la hora de enjuiciar las razones de un conflicto que siempre se ocultan, para no recordar que fue Gran Bretaña, con el respaldo de Estados Unidos y la Sociedad de Naciones, la que quedo al mando de Palestina, en 1917, en la llamada Declaración de Balfour; y la que autorizó en 1922 la creación de la Agencia Nacional Judía, que dio lugar a dos importantes flujos migratorios, en 1939 y en 1945 tras la II Guerra Mundial. Migración inmanejable que comenzó a generar los primeros conflictos con los palestinos residentes en el territorio que llevó al Reino Unido a retirarse de la zona en 1947, después de partir el territorio en dos estados: uno judío y otro palestino, y dejar Jerusalén bajo el control de Naciones Unidas.
Desde ese momento comenzó una guerra civil entre palestinos y judíos qué al año siguiente, 1948, de la mano del general Ben-Gurión, declararon en Tel Aviv la creación del Estado de Israel. Cuarenta años más tarde, 1988, el Consejo Nacional Palestino, reunido en Argel proclamó el Estado Palestino Independiente, conforme a la resolución de Naciones Unidos que partió palestina en dos estados, y que supuso la aceptación de la existencia del Estado de Israel. Todo ello después de dos guerras, la de los <<Seis Días>> en 1967, y la del <<Yom Kipur>> en 1973, que permitieron a Israel extender su territorio, a costa del palestino, tras derrotar a una coalición de países árabes liderados por Egipto y Siria, gracias al apoyo militar de su gran aliado Estados Unidos, donde el poderoso lobby judío tiene un enorme poder político y económico. Guerras que acentuaron un conflicto sin fin, porque abrieron la espita al afán expansionista israelí, amparado bajo ese poderoso manto <<del hermano americano>>.
Toda acción bélica que suponga la muerte de personas para solucionar un conflicto debe reprobarse, ¡siempre!; pero no seamos ingenuos, en esta pugna eterna hay una desproporción palmaria entre opresores y oprimidos. Basta con pensar qué futuro le aguarda a un pueblo sometido a aguantar el expolio de su territorio y recursos, porque unas potencias extranjeras decidieron, sin contar con ellos, instalar en parte de Palestina al pueblo sin estado: al pueblo errante de Israel. Fue la prepotencia e incapacidad de Gran Bretaña para dar una salida al conflicto que se veía venir, lo que la llevó a cortar por lo sano y, en lugar de abrir un dialogo entre palestinos e israelíes, partió el territorio con el respaldo infamante de Naciones Unidas. De aquellos polvos, estos lodos de sangre y muerte mientras el poder del lobby judío pese más que la vida aperreada de los palestinos.
