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Los incendios forestales también provocan graves daños psicológicos en las personas que los padecen

Informes de expertos advierten que se debe prestar asistencia terapéutica a las víctimas que han perdido sus casas y sus entornos naturales

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análisis

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El verano está siendo devastador, los grandes incendios de sexta generación como el de Sierra de la Culebra en Zamora o Bejís en Castellón han arrasado miles de hectáreas que no se recuperarán en décadas. Días atrás, el presidente de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig, tras visitar una de las zonas afectadas por los incendios de Castellón, aseguró: “Es un desastre, el paisaje es dantesco. El shock psicológico de los que vuelven a casa tras el incendio es muy importante”. El dirigente socialista se estaba refiriendo a todos esos miles de personas que este verano han perdido no solo sus casas sino su entorno, el paisaje que durante años conformó sus vidas, y ese desgarro existencial provoca graves trastornos psicológicos.

Según el Consejo General de Psicología de España, los incendios forestales dejan una huella muy profunda en las conciencias de las personas que los padecen, así como en las sociedades. “La ocurrencia de un incendio forestal puede generar sentimientos de confusión, ira, miedo y pérdida en las personas. Diversos estudios han encontrado una mayor tasa de problemas de salud mental después de un incendio forestal tanto en la población adulta como en la pediátrica (principalmente, trastorno por estrés postraumático, depresión y ansiedad generalizada), con una serie de factores de riesgo asociados, siendo los más significativos las características del trauma del incendio forestal en sí”.

Algunas personas pueden sufrir angustia psicológica por la pérdida de un paisaje valioso debido a un incendio forestal (solastalgia) o como resultado de largos períodos de exposición al humo. Según la APA (American Psychological Association), comprender las respuestas a este tipo de catástrofes puede ayudar a las personas a sobrellevar de manera efectiva sus sentimientos, pensamientos y comportamientos, a medida que se recuperan de esta situación.

De acuerdo con la Asociación, la conmoción y la negación son respuestas típicas a un desastre natural de esta índole; una vez superado el shock inicial, las reacciones varían de una persona a otra. Los sentimientos se vuelven intensos y en ocasiones impredecibles, se puede experimentar una mayor irritabilidad, con oscilaciones en el estado de ánimo.

Según la APA, los pensamientos y los patrones de comportamiento se ven afectados. Es posible que tenga recuerdos repetidos y vívidos sobre el incendio. Esos flashbacks pueden ocurrir sin motivo aparente y provocar reacciones físicas como aceleración del ritmo cardíaco o sudoración. Esto puede dificultar la concentración o la toma de decisiones. Los patrones de sueño y alimentación también pueden verse alterados.

Las reacciones emocionales recurrentes son comunes. Los recordatorios o «desencadenantes» como el humo, las cenizas, las sirenas o ver un camión de bomberos pueden provocar ansiedad.

Las relaciones interpersonales pueden volverse tensas, pudiendo llegar a discutir con familiares o amigos, o incluso aislarse y evitar realizar las actividades habituales.

Los síntomas físicos pueden acompañar al estrés extremo. Por ejemplo, pueden producirse dolores de cabeza, náuseas y dolor en el pecho, que requieran atención médica. A su vez, las condiciones médicas preexistentes pueden empeorar debido al estrés.

Dado lo expuesto, la APA recoge una serie de recomendaciones para ayudar a restaurar el bienestar emocional y la sensación de control en la vida de las personas, como darse un tiempo de adaptación y pedir apoyo a personas cercanas; tratar de limitar las noticias sobre el tema, estar sobreexpuesto a las noticias puede elevar el estrés; recurrir a grupos de apoyo locales, como los psicólogos; llevar a cabo hábitos y comportamientos saludables para mejorar la capacidad de lidiar con el estrés excesivo, evitar el alcohol u otras drogas, porque pueden reprimir los sentimientos en lugar de ayudar a manejar o reducir la angustia; la ansiedad y el miedo intensos que, a menudo, siguen a una catástrofe de este tipo, pueden ser particularmente preocupantes para los niños y las niñas. Si han sido testigos del incendio, y han sufrido pérdidas de familiares o amigos, tanto el comportamiento (retraimiento social, irritabilidad, problemas de sueño y/o pesadillas…) como el rendimiento escolar pueden verse afectados.

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